Espacio de opinión de Canarias Ahora
Hay crisis, oye
El lenguaje económico no da para más y demasiado lo han estirado Zapatero y Solbes antes de aceptar lo que ya sabíamos todos. El PP pudo, si quieren, cargar las tintas de la situación con el tremendismo del que no acaba de curarse, pero no erraba en lo fundamental: la cosa está jodida.
Se trata de una crisis que el Gobierno ha tenido que reconocer porque no ve en el horizonte la salida. Da fechas para su superación, pero sospecho que no se las cree. Es un recurso para mantener la esperanza. Porque no es una crisis cualquiera sino el resultado de por lo menos tres simultáneas: la financiera, la del petróleo y la alimentaria que se producen, encima, dentro de un clima de cambio en las correlaciones económicas internacionales con potencias emergentes que comienzan a desbordar a las dos orillas atlánticas que quieren, no obstante, seguir cortando el bacalao. La última reunión del G-8 dio la medida de su impotencia para asimilar las transformaciones y no faltó quien considerara falta de realismo no invitar a China y la India; incluso al Brasil.
No sé si, como dicen, Zapatero se entretuvo mucho en la búsqueda del palabro adecuado para no decir simplemente “crisis”. Los peperos lo acusan de demorar el momento de comenzar a hacer algo. Sin especificar qué debe ser ese algo. Podría pensarse que no les interesaba sugerirlo, no fuera el Gobierno a copiarles. Sin embargo, sospecho que sólo pretenden disimular que tampoco ellos tienen repajolera idea de qué hacer.
Dicen los aficionados a los hitos que es la peor crisis desde la última guerra mundial. Vale. Pero el asunto es que no tiene pinta de ser una de esas crisis periódicas que necesita el capitalismo para limpiar fondos, rehacerse y volver a navegar para ir a por más en las mismas coordenadas. Para muchos éstas se están modificando. Vayan ustedes a saber.
Lo positivo es que Zapatero ha reconocido, aunque todavía con la boca chica, que hay una crisis tamaño catedral grandita. Lo negativo es que lo hizo porque no le quedó otro remedio; porque los números cantan y las nubes no se levantan. Ni las nubes ni casi nada ya, para qué engañarnos.
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