Supongo que el lector conoce perfectamente el fenómeno al que me refiero, porque no es raro que forme parte de ese setenta por ciento de la humanidad que afirma haberlo experimentado (el otro treinta acaso no se haya dado cuenta o se ha quitado de la cabeza lo que le parecía sencillamente imposible). La ciencia aún no sabe en qué consiste el déjà vu o qué lo produce. No se sabe si está relacionado con el sueño o con las premoniciones, pero, en todo caso, la experiencia tendría que considerarse algo así como una premonición retrospectiva. Un lío vamos. Incluso se han hecho algunas películas que tratan de explotar el intríngulis de truco mágico de la mente. La última, de Tony Scott, bastante mediocre, por cierto. Pero, es que ninguna imagen, ninguna historia de ficción, va a sorprendernos o a desosegarnos tanto ni tan intensamente como nuestras propias vivencias cuando confundimos el presente y el pasado y hasta el futuro inmediato y damos vueltas y vueltas a nuestro cerebro tratando de explicarnos lo inexplicable. Hasta que olvidamos. Escribo acerca del asunto porque se acerca, lo sé, lo he vivido, una oleada de casos de paramnesia. Los días electorales y postelectorales son muy propicios en lo que se refiere a la generación de situaciones novedosas que, sin embargo, todos diríamos que nos habíamos gozado. O sufrido. Pueden cambiar los vencedores morales en lo que a algunas instituciones claves respecta, pero, a la hora de la verdad, sobre las imágenes de los sucesos que se avecinan y sobre las figuras de sus protagonistas se superpondrán en nuestras la retinas los recuerdos de situaciones tan similares que se dirían repetidas en otras vidas y en otros recurrentes pasados. Pero, eso, aunque lo parezca –y de ahí este articulillo advertidor- no tiene nada que ver con el déjà vu. Ocurre, simplemente, que la historia, con los insignificantes detalles de otros bordados, efectivamente, se repite. José H. Chela