Espacio de opinión de Canarias Ahora
Democracia fuera de ordenación
En Canarias 2011 la apatía política es lo que estamos viviendo. Será porque estamos en medio de una crisis lacerante, pero la gente está más preocupada de su bolsillo que de meter la papeleta en la urna; o será por la recurrencia informativa que todo lo absorbe, ya que en estas islas perdidas y atlánticas todo está, todo se encuentra en un pañuelo usado que ya nadie quiere volver a usar. Será por un poco de todo lo afirmado, pero, al fin y al cabo, ES, y ese ES es lo que en verdad importa. Aquel impulso democrático del período 1977-1983 ya no volverá a ser nunca lo que fue? Los ciudadanos pegados a los transistores en las noches electorales pendientes de la apertura de las urnas y del recuento de las papeletas nos mostraba una esencia atávica perdida primero, pero por fin recuperada? Era un proceso que en sí mismo tenía un punto mágico? Y era comprensible; después del franquismo, después de una jefatura de Estado dictatorial que llegó hasta 1978, después de una renovación municipal que tuvo que esperar hasta 1979, y de unas primeras elecciones autonómicas constituyentes archipelágicas, lo nuevo desaparece, y los problemas del día a día resurgen cíclicamente absorbiendo toda capacidad de ilusión y de cambio? ¿Qué ilusión se puede tener en una sociedad como la canaria que roza ya el 30% de paro registrado? En esta precampaña, además del hastío, se observa además una especie de ausencia de liderazgo y de proyectos, preocupados sus señorías en la presente legislatura más en subir sus sueldos que en arreglar los problemas de los ciudadanos, de los canarios, de forma efectiva.
La vida diaria es un juego de fuerzas en circulación pretensión/tensión/distensión que al resolverse en la circularidad cíclica que nos envuelve facilita una política de puro entretenimiento que disuelve en lo relaciona1 todo vestigio de realidad. El actual uso del lenguaje de los mass-media, del Establishment imperante termina en política y parodia, inhabilita el pensamiento con la oralidad, neutraliza el contenido de la información, y ridiculiza la opinión con la paradoja. Vivimos en una especie de recurrencia informativa, en un ciclo eterno informativo que como las estaciones siempre se va, pero siempre vuelve. Mucho más en territorios insulares. Toda acción, también la electoral, desde su concepción hasta su materialidad, supone una continuidad relacionada que prevalece a su fragmentación en espacios racionales objetivables. De la misma forma, siendo una intervención discursiva y/o material de los agentes -al modo de cualquier acción-, cristaliza en decisoria, y va mucho más allá al integrar las capacidades, intenciones, conocimientos y, sobre todo, voluntades de los partícipes. Porque, de principio a fin, también su materialidad está enmarcada en condiciones que son relativamente desconocidas, que pueden producir unas consecuencias hasta cierto punto inciertas. He ahí el milagro de la democracia. Precisamente, al calificar como social la acción proyectada, la acción electoral, lo que se pretende es subrayar que va más allá de un mero medio inicial ilusorio o realmente controlado a través de su racionalización objetivada; su proceso de construcción está ceñido -como limitación, pero también como posibilidad- a la mixtura de los agentes que participan en ella, a sus poderes y posiciones, y a los saberes y juicios soberanos y valorativos. De ahí que, cuando menos, debiera preocuparnos está apática precampaña que estamos contemplando semana tras semana, apática precampaña que esperemos que no se convierta en entrópica abstención el 22 de mayo; la abstención favorece a las mayorías, cuando lo que en verdad debería construir mayorías debiera ser la suma de todos los votos. ¿Tendremos que conformar ex novo nuestro derecho a votar también como un deber, para volver a despertar la conciencia ciudadana dormida? No esperemos eternamente a Godot. Hagamos que aparezca?
José Carlos Gil MarÃn
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