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Descansa en paz papá

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Hace 96 años, tal día como hoy, 15 de octubre, a orillas del Mediterráneo , frente a la playa de la Malvarrosa, en El Cabañal, un humilde barrio de la ciudad de Valencia, nació Pascual Calabuig Porcal.

Las vicisitudes de la convulsa vida de aquella España, que pronto sufriría los horrores de una guerra fratricida, hicieron de la familia Calabuig una más de las que, en un sencillo remolque, debieron abandonar su ciudad bombardeada casi cada día. Así me lo contó mi padre una vez, mientras veíamos en el telediario una caravana de refugiados durante algunas de las muchas guerras del pasado siglo. En uno de esos traslados fallecería su madre, cuando Pascual apenas era todavía un niño. Luego en las largas tardes y noches, de aldea en aldea, su habilidad para leer y contar historias como si de una obra de teatro se tratara, a la luz de una vela, le convirtieron en un buscado compañero para aderezar aquella vida errante. Sin duda creo que ahí se formaría como gran locutor capaz de transmitir emociones pues fue autodidacta y no asistió a universidad alguna y apenas a colegios. Eso sí era un devorador de la buena literatura y siempre con el diccionario presto casi hasta el fin de sus días.

Siguiendo los pasos de su hermano mayor, Jaime, acabaría haciendo el servicio militar en la marina, en la Base Naval de Las Palmas, a donde llegó justo al finalizar la Segunda Guerra Mundial. Años de mucha miseria y racionamiento en las islas. Aquí seguiría, acabada la mili, pues, según me contó muchas veces, se había enamorado de la ciudad de Las Palmas, de la isla y de su gente.

Pronto empezaría a hacer sus pinitos como periodista y más tarde como locutor de radio. Tuvo la gran suerte de vivir los comienzos de nuestro equipillo del alma, la Unión Deportiva Las Palmas, y ser, desde ese inicio, el más apreciado locutor en heroicas retransmisiones donde, con descarnada pasión, soliviantaba a los aficionados a los que llegaba a emocionar. Creo que a mi padre le adoraban en aquella época en que todavía no había televisión y era la radio el vehículo conector de las grandes emociones deportivas. Y ese cariño se mantuvo, sin lugar a dudas, a lo largo de los años.

La última etapa de su vida transcurrió entre la ciudad de Gáldar para el invierno y Playa Blanca de Lanzarote para los veranos. En Gáldar era muy querido por sus vecinos, hasta el punto de ser nombrado hijo adoptivo por el actual alcalde Teodoro Sosa. Hoy en el aniversario de su nacimiento, a modo de cariñoso recordatorio nos hemos juntado para colocar un cuadro realizado por un artista galdense, Raúl Mendoza. El lugar es el Restaurante Los Paraguitas donde, cada día, almorzaba degustando la comida casera de sus queridos amigos Agustina y Juan.

Descansa en paz papá!

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