Me acordé de Villaverde estos días en medio del debate sobre la situación económica. No hay quien se aclare y acierta Peridis, en sus viñetas de El País , al caricaturizar a los ministros de Economía como magos dueños del arcano, con túnica, cucurucho y varita. Habrán visto el optimismo estomagante de Zapatero con los superávits de las cuentas públicas por delante. Enfrente, el catastrofismo visceral de Rajoy, deseoso de que se cumpla su vaticinio del hundimiento económico, el que acaba de retomar a falta de una ETA que llevarse al 11-M: habla de recesión con un 4% de crecimiento. Luego, las cautelas de Pedro Solbes contrapuntean con barruntos de tempestad las albricias zapateriles que satisfacen, por último, a Emilio Botín, el primer banquero español de apellido que ni a propósito, para quien todo va de puta madre y a mejor.Están todos en su papel. Para Zapatero, los psocialistas son los más mejores, mientras Rajoy sigue trabado en el esto se rompe o se hunde, según tenga el día. Solbes pone el ma non troppo y Botín confirma la sospecha de que la Banca siempre gana aunque los demás pasemos las brevas de Tirajana. Los cuatro nos confunden. Ya sé que la economía no es ciencia exacta; diría, incluso, que es tan inexacta como la verbena ésa de la que cada uno habla según le fuera. Se presta a que cada cual vea la botella medio llena o medio vacía, a tenor de sus filias y fobias. Son modos de percibir una realidad que no parece ser la misma. Si los mandarines juegan al Monopoly moviendo cifras y dineros, la gente de a pie poco tiene que mover o no necesita hacerlo porque los euros se les van solos. Dos percepciones distintas, en fin, la de las abstracciones de los números y porcentajes y la de quienes no llegan a final de mes, si es que logran empezarlo. La versión global de las dos Españas: ordenadores que vomitan frías cifras y familias que operan con euro volones a la vista; o sea, entrevistos antes de irse con Solbes o Botín vía IRPF o hipotecas. La economía, además de inexacta, es relativa.