Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Iconoclastia
Embusteros y filibusteros

0

Pedro Sánchez lo ha vuelto a hacer. No sé de qué material estará hecho este hombre pero cada día se supera. No teme a nada ni a nadie. Es un temerario sin vértigo. Cada vez que parece que va a políticamente, renace de sus cenizas como el ave fénix. Es el político español que mejor podría interpretar a Superman y embutirse en su traje azul, rojo y amarillo. Y no solo por su apariencia física, que también. Todavía no ha nacido el rival que le proporcione kriptonita. 

Es tan fácil imaginarse a Pedro Sánchez en el papel estelar de Superman como a Ayuso en el de Heidi. Es fácil imaginarla en su mundo de Yupi ordeñando cabras en los Alpes suizos. Se entendería muy bien con ellas. Sí, esa que llamó cínicamente hijo de puta al presidente de España en el Congreso de los Diputados y luego trató de justificarlo en la Asamblea de Madrid arguyendo puerilmente que lo que realmente había dicho fue “me gusta la fruta”, como si los españoles fuéramos tontos (igual se dirigía solo a sus votantes y simpatizantes), como si hiciera gracia en estos momentos tan convulsos que una política con un importante cargo institucional insulte gravemente al presidente del Gobierno. Yo sé qué habría dicho la derecha que defiende a Ayuso si Sánchez hubiera empleado el mismo insulto contra la presidenta de la Comunidad desde el palco de invitados del Parlamento madrileño.

Posteriormente, presionada por los acontecimientos y viendo que sus mentiras infantiles no se las creía nadie (ni siquiera los suyos) y solo iban a agravar la situación, Ayuso recogió alas y reconoció que sí insultó a Sánchez porque “era lo menos que podía hacer” tras nombrar a su hermano el comisionista desde la tribuna del Congreso. Y lo hizo sin un hálito de rubor. Ayuso reaccionó desproporcionadamente, como Israel ante Gaza. Tú me das un bofetón y yo te disparo. 

Lo paradójico de todo esto es que el que carga con el sambenito de mentiroso es Sánchez porque no hay ningún opositor que no utilice esa palabra para referirse al presidente del Gobierno, como si sus líderes políticos e incluso ellos mismos no mientan cada día. Unos tienen la fama y otros cardan la lana.

Seguro que Sánchez ha mentido en múltiples ocasiones, como lo hacen habitualmente los políticos de todo signo y lo hacemos todos los humanos aunque siempre la justifiquemos diciendo que se trata de mentiras piadosas u obligadas por la situación. En otras ocasiones no han sido mentiras sino cambios de opinión después de tener más información. No es lo mismo ver las cosas desde la oposición que desde el gobierno. Y finalmente los cambios de actitud no pueden ser confundidos con la mentira. Pedro Sánchez sigue estando en contra de la amnistía como lo estuvo siempre pero sabe que la única salida que le queda para formar gobierno es negociar y cualquier negociación lleva a los participantes a ceder. Es obvio porque sino no sería negociación sino imposición. Si Sánchez hubiese tenido mayoría absoluta con los suyos no habría hecho falta ceder en la amnistía que reivindicaban como algo fundamental los independentistas catalanes para llegar a un pacto de investidura, de legislatura o de gobierno. Es simplemente política en un país democrático. Todos lo hacen aquí y en Berlín. No escribo Pekín para no fastidiar el axioma. Algunos son tan ingenuos e inocentes que parece que nacieron ayer. 

Sánchez ha mentido pero también lo ha hecho Feijóo cuando dijo que no negociaría con los independentistas catalanes. Mintió Abascal cuando dijo que Pedro Sánchez es un dictador que ha protagonizado un golpe de Estado. Mintió Zapatero sobre la causa saharaui y la situación económica. Mintió Aznar con las armas de destrucción masiva y la guerra de Irak. Mintió González con la OTAN y la creación de ochocientos mil puestos de trabajo. Mintieron Calvo Sotelo y Suárez acerca de las escondidas encuestas sobre la monarquía y el rechazo de ella por parte de la mayoría de los españoles. 

Es más fácil hablar de los políticos que no mienten porque no existen. Como tampoco existe ningún ser humano que diga siempre la verdad aunque sea empleando mentirijillas piadosas. Miente hasta el que dice a una amiga lo guapa que está mientras por dentro piensa lo contrario. O el que le dice a un amigo lo bien que lo ve a pesar de lo mal que lo ve. Cualquier gobernante tiene que estar por encima de esto porque sería peor y más desleal con sus compatriotas si toma la medida menos inteligente y más contraria a los intereses generales para no desdecirse de su opinión anterior.

Sánchez ha sido elegido democráticamente presidente de España y seguro que sus votantes prefieren el mal menor excepcional de la amnistía a cambio de aprobar más leyes de claros avances sociales. Estamos hablando del perdón a unos soberanistas y no a unos asesinos o corruptos. 

En todo caso los votantes de todos los partidos que invistieron a Sánchez y que representan a la mayoría de los españoles prefieren este gobierno que uno sustentado por la ultraderecha que niega derechos ciudadanos y que quiere acabar con los que ya se han logrado como ya ha demostrado en donde gobierna. Una ultraderecha que está pegada como un piojo al Partido Popular en múltiples comunidades autónomas y en ciudades importantes. 

Hemos comprobado también en la última legislatura cómo el PP votaba en contra de derechos y avances sociales. Ni siquiera hay que estar unido a Vox para involucionar porque ya el PP lo hace solo.

La oposición, no contenta con el clima insoportablemente cainita que sufrimos, ha aprobado urgentemente una artimaña en el Senado, donde tiene mayoría absoluta, para retrasar la aprobación de la Ley de Amnistía. Eso se llama filibusterismo y es éticamente reprochable. Si Sánchez es un embustero, Feijóo es un filibustero, además de embustero. 

El más difícil todavía. Cuanto más compatriotas cargan contra, Sánchez, cuantos más insultos recibe, más se crece. Es irreductible y ese carácter resiliente e inexpugnable que tiene es lo que más cabrea a la derecha carpetovetónica. Nadie puede con él. Cuando más complicada es la escapatoria, él logra zafarse siempre de sus adversarios, que en su caso son más bien clara y llanamente enemigos. Sus opositores llevan cinco años diciendo que España se rompe por culpa suya pero España sigue entera. La derecha dice que estamos en una dictadura pero sus acólitos se manifiestan todos los días en la calle y en los medios de comunicación. Que dictadura tan extraña. Se permiten el lujo de insultar a la policía, al Gobierno y al jefe del Estado sin que los encarcelen. 

No lo dejan ni a sol ni a sombra. Asombra a todos por igual, a la derecha y a la izquierda. Sus propios compañeros lo echaron de la Secretaría General y cualquier otro se hubiese ido con el rabo entre las patas y no se le habría ocurrido empezar de cero, solo, conduciendo su coche por toda España para ganarse uno a uno el voto de la militancia. 

Volvió en loor y olor de multitudes, ganó las dos elecciones primarias de su partido. Ha ganado dos elecciones generales y en esta tercera ha ganado perdiendo mientras que Feijóo ha perdido ganando. Ha sido el primer candidato que se ha aupado a la Presidencia del Gobierno de España mediante una moción de censura. Hasta que él apareció en la escena política española, nadie había sacado adelante una moción de censura al presidente anterior.

 Él se valió de su fuerza y de varios aliados imprevistos que unió frente a la corrupción del PP, corroborada en una colosal e incontestable sentencia por el caso Gürtel. Fue el otro día pero parece que han pasado lustros porque las presidencias de Pedro Sánchez han sido muy intensas. De todo esto se colige que la derecha no solo tiene mal perder sino que no sabe perder. No acepta la derrota ni siquiera cuando gana, como es el caso de Feijóo. Por eso están ejerciendo el derecho al pataleo en el Congreso y en la calle mientras apedrean a la policía y queman contenedores. 

Nombre aparte tiene Abascal y sus huestes ultraderechistas y medievales. Si el Gobierno de España lo preside un progresista, ellos se marchan maleducadamente del Congreso porque no quieren escucharlo. Ahora Abascal se ha buscado a una portavoz amulada que siempre tiene cara de mala leche y solo habla de dictadura y golpe de Estado como su jefe. Se parece a Platero pero en negro. Como el No-Do en blanco y negro.

Abascal comparó a Pedro Sánchez con Hitler y Feijóo y sus corifeos, incluida Ayuso, han llamado dictador y golpista al presidente socialista. Resulta paradójico que los ultras y neofranquistas que corean consignas de Franco en las manifestaciones ante la sede del PSOE, esos nostálgicos y herederos del dictador gallego, se permitan el lujo de llamar dictador e ilegítimo a un presidente elegido libre y democráticamente. Pícamelo menudo que lo quiero para la cachimba. Ya el conejo me riscó la perra.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats