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Espiados
Estamos vigilados hasta cuándo vamos al excusado. No me ha cogido de sorpresa que el CNI nos vigile a todos los españoles y además que le pase información a los servicios secretos de Estados Unidos, la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) que vigila a todos los ciudadanos norteamericanos, no sea que alguno le dé por dedicarse a pensar.
Por vigilar y espiar, hasta el Papa Francisco ha sido científicamente espiado por los sabuesos norteamericanos, con los que colaboran los sabuesos del CNI español. Los argumentos que ha dado el Gobierno del Partido Popular para justificar todo el entramado son de risa. Pero es una cosa seria. Estoy sentado en la plazoleta de Farray con mis nietos, que cuando se reúnen los cuatro son más peligrosos que el CNI, la NSA, y la CIA, todos juntos, y de repente observo que en la mesa de al lado hay un posible espía norteamericano que sigue todos mis movimientos. Lleva una máquina fotográfica en el reloj, una grabadora en el cinturón que alcanza más de trescientos metros de distancia y obtiene las voces con gran nitidez, y va de chaqueta y corbata, una manía de casi todos los espías, menos los buenos profesionales de verdad, que se visten de mendigos.
Uno de mis nietos se cae en la fuente de la plazoleta de Farray, y el espía muy amable se levanta para sacarlo del agua. En un castellano con acento norteamericano, que no inglés, me pregunta ¿me puedo sentar, los niños son muy simpáticos?, y cómo prefiero tener a los espías cerca de mí, que son menos peligrosos que de lejos, me veo conversando en mi inglés peor que el de los cambulloneros de cosas canarias, que donde se puede comer buen pescado fresco, y cosas así.
Al rato hay una empatía y hasta simpatía entre el espía y mis nietos, y el más chico incluso se le sube encima y juguetea al modo, y el espía no sólo le admite todas las carantoñas, sino que además llama a los otros tres diablillos. “Es que hace tiempo que no veo a mis dos hijos, me han destinado a Canarias mi compañía”. ¿Y en qué compañía trabaja?, le pregunto haciéndome el bobo, y me contesta que en una de informática, lo cual casi le relaciona con la verdad de su trabajo delante de un ordenador. Llega la vecina del quinto con sus dos hijos, y saluda al espía amablemente: “Hola Jack, que tal estás? La vecina del quinto se pone a hablar con el espía como si le conociera de toda la vida, y cuando más tarde se va el agente secreto yanqui, le pregunto de qué le conoce. ”Pero ¿no sabe usted quién es?. Es un espía de la NSA de Estados Unidos, lleva dos años destinado en Las Palmas de Gran Canaria, y es muy simpático“.
No me llevo ninguna sorpresa, por aquí en Farray hay espías de Marruecos, del Frente Polisario, de la República Popular China, y también del CNI español, que normalmente le pasan información a Jack. Y por la noche todos toman copas en las terrazas de esta entrañable plazoleta.
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