Habrán visto que todos proclaman su fe y confianza en la Justicia. Un latiguillo convencional que poco se compadece con la constante denuncia de móviles políticos, lo que equivale a acusarlos, a jueces y fiscales, de participar en la conjura; y no les cuento de cuando aseguran que obedecen órdenes directas del ministro de Justicia, en este caso Juan Fernando López Aguilar, que los pastorea y utiliza para quitar de en medio rivales políticos. Hace años, cuando Jerónimo Saavedra echó una mano a Hermoso y lo libró del caso Floreal, hubo fiesta a la puerta del juzgado de donde sacaron a hombros al líder ático. Pensé entonces que se trataba de una expresión de cariño de los santacruceros, una manifestación de alegría porque salió con bien.Sin embargo, los últimos acontecimientos, tanto en Gran Canaria como en Tenerife, me hacen pensar que hay en estas actitudes gregarias algo más. La concejala teldense Antonia Torres, por ejemplo, salió de la cárcel en libertad bajo fianza en olor de multitudes, como si acabara de ganar la Copa de Europa. El espectáculo tuvo algo de corte de mangas a los denunciantes y al juez que la puso en libertad; como si no fuera un acto procesal reglado y sí el triunfo de esta amazona del municipalismo que ha hecho morder el polvo al enemigo. No es raro que Torres se sintiera respaldada para volver a oficiar de concejala con todo el morro y que considerara natural que el PP aceptara su voto para elegir nuevo alcalde. Más o menos lo mismo puede decirse de la otra concejala imputada, Candelaria Sánchez.En cuanto a Zerolo, bien sabemos que no está imputado. Sólo se le investiga. Pero las reacciones en su apoyo han apuntado por lo claro y sin vacilaciones a jueces, fiscales y a López Aguilar como la mano que mece la cuna. Sin olvidar a la Prensa grancanaria que, si se fijan, ha seguido el asunto como lo ha hecho en los demás casos: Zerolo no ha ocupado ni de lejos el espacio de los casos Faycány Eolo. Pero afecta a “uno de los nuestros” (de ellos, o sea), al que consideran tan grande que no pueden concebir contra él sino una tremenda teoría conspirativa universal en la que aparecen hasta los perros de la Plaza de Santa Ana. Dejo para los psicólogos sociales la explicación de tales comportamientos para no decir yo palabrotas.