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Hacer cola

Esperanza Pamplona / Esperanza Pamplona

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A mí lo que más me revienta de hacer cola es que, generalmente, encima la tengo que hacer para pagar. A saber, las principales filas que he tenido que guardar en mi vida han sido para algún trámite en tráfico, para obtener el DNI o el pasaporte, para pagar en Hacienda o para alguna gestión en el Ayuntamiento. (También he aguardado el turno tras cientos de personas para entrar en algún museo, pero de ahí siempre te puedes ir si, llegado un momento, se te hinchan las narices). No puedo evitar el cabreo cuando has perdido una mañana entera, y encima te toca apoquinar o recibir una de esas contestaciones enigmáticas que guarda la burocracia… Recuerdo en una ocasión que intentaba pagar el impuesto de la contribución, y tras dos horas esperando mi turno, el funcionario de turno me explicó que no me podía cobrar “porque su edificio ha desaparecido del ordenador”, ergo no existe. “¿Entonces no tengo que pagar?”, pregunté esperanzada. “No señora. Entonces tendrá que pagar con recargo cuando le llegue, y deje pasar al siguiente”. A lo que iba. Que con mi experiencia en colas, francamente, el cuerpo me suele pedir más desahogarme con algún exabrupto que echarle los tejos al tío que pueda tener delante, suponiendo claro está que mi vecino de cola no guarde parecido alguno con George Clooney, que nunca suele lamentablemente. Así que me parece muy alentador que el resto del personal se lo tome con humor, y conviertan estas fútiles esperas en improvisados eventos sociales en los que conocer gente e intercambiar teléfonos.Quizá este cambio de actitudes se deba también a la masificación que se va adueñando de las ciudades y que convierte cualquier trámite o compra (intenten comprar un sábado por la tarde en Zara) en un maratón de paciencia, bien ante una ventanilla, bien ante una caja registradora. Así que rendidos a la evidencia de que la mitad de nuestra vida transcurrirá durmiendo, mientras el resto se repartirá entre atascos y colas, nuestra especie ha decidido aprovechar el tiempo. Está claro por qué hemos logrado sobrevivir.

Esperanza Pamplona

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