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¡Indignaos!... Indignémonos pues…

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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La revolución industrial liberó el poder productivo de las sociedades. Es decir, rompió con todos los obstáculos o límites que la estructura social del momento ponía a la producción, y el mundo tomó el camino del “progreso”, manifiesto en el desarrollo de la ciencia, la economía, la tecnología y el liberalismo. La mentalidad que emergió fue la de remover todo obstáculo que surgiera como límite a la producción ya que según su criterio era la única forma de garantizar la prosperidad económica y el progreso social. Mas las revoluciones y las depresiones económicas se sucedieron. La Primera Guerra Mundial, producto del ansia expansionista tanto de los imperialismos antiguos como de las nuevas potencias coloniales, vio también el nacimiento del comunismo como sistema socioeconómico bipolar, que, a la postre, se constituyó en un serio antagonista del capitalismo, aunque acabara en colapso por sus errores sistémicos. Tras la crisis de 1929 el capitalismo es muy diferente al modelo laissez-faire de la época anterior a la depresión. La superación de la crisis evidenció, por parte del capitalismo, una enorme capacidad de adaptación y de supervivencia. El nuevo modelo de capitalismo se fundamentó en las ideas de John Maynard Keynes, que permitieron en occidente el nacimiento del proyecto del Estado de bienestar. Las ideas de Keynes fueron las bases que Occidente utilizó para reestructurar su sistema. Ese sistema no es el que ha entrado en crisis, sino en verdad su conversión en un neoliberalismo renacido con la hipótesis del final de la Historia; hipótesis que no ha llegado a convertirse en Tesis. Un neoliberalismo que, además, ha ido saltándose uno tras otro sus diversos mecanismos reguladores y de control.

Las empresas no las forman sólo el capital, sino también los recursos humanos? Si no hay recursos humanos, no habría empresas. Crear es resistir, resistir es crear, nos apunta Hessel. Por ello resistamos? ¿Mas cómo? Volviendo a convertirnos en “homo políticus”, y no cayendo en el absurdo de la nada pasiva.

¿Es o no es indignante que desde el aún actual gobierno municipal santacrucero se diga que el fuera de ordenación no disminuye el valor de las viviendas de momento provisionalmente afectadas, cuando en verdad la Ley estatal del suelo 8/2007, de 28 de mayo, modificada por el Real Decreto legislativo 2/2008 por el que se aprueba su Texto Refundido, afirma en su artículo 21 que la valoración de las edificaciones o construcciones, si han quedado incursas en la situación de fuera de ordenación, reducirán su valor en la proporción de esta situación respecto al total de la vida útil del inmueble en cuestión?

¿Es o no es indignante que desde el aún gobierno municipal santacrucero se diga que las viviendas fuera de ordenación se podrán hipotecar, cuando en verdad el Real Decreto estatal 716/2009 establece en su artículo 11 que no podrán ser admitidos en garantías para préstamos o créditos hipotecarios por no representar un valor lo suficientemente estable y duradero los inmuebles en fuera de ordenación?

¿Es o no es en verdad indignante que desde el aún actual gobierno municipal santacrucero se diga que el fuera de ordenación no disminuye ni siquiera el valor catastral de las viviendas afectadas, cuando en verdad y desde 1993 el Real Decreto estatal 1020/1993 establece en la norma 14 de su texto un coeficiente reductor de 0'80, que ciertamente deprecia en un 20% el valor catastral de la vivienda?

¿Es o no es verdad que la vigente ordenación canaria del territorio, Decreto 1/2000, limita en su artículo 44 las obras a realizar por el propietario en la mejora y reforma de los inmuebles fuera de ordenación? ¿Hace falta declarar improcedentemente decenas de miles de viviendas en fuera de ordenación para sacar adelante, según FEPECO, al menos 50 proyectos de empresarios urbanísticos? ¿Por qué aún no se han modificado los límites edificativos (12.000 metros cuadrados edificables por hectárea, y 400 habitantes por kilómetro cuadrado de densidad poblacional) de su artículo 34c? ¿Es que no se quiere oficializar el modelo desarrollista por el que en verdad se opta en lugar del desarrollo sostenible teorizado?

¡Indignaos, nos apunta Stéphan Hessel! Indignémonos, pues? Mas no perdamos la esperanza en que el cambio sistémico hacia un mundo aún por construir todavía es posible. De todo mal puede salir un bien, nos dice la Biblia? Pues bien, el decrecimiento actual ha rescatado la idea de los límites. Partiendo de la constatación de que habitamos en un planeta finito con recursos también finitos, rompamos con el mito del crecimiento ilimitado y desmedido que aún pervive como paradigma a extinguir. No pensemos únicamente en el cortoplacismo electoral del 22 de mayo. Pensemos también en el más allá temporal que nos aguarda.

José Carlos Gil Marín

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