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Macguffin
Macguffin es un objeto, animal o persona normalmente semioculto, sin relevancia en el relato de una película pero que es principal para que la trama avance. Algo de esto habita en la realidad que vivimos para que tengamos derecho a preguntar, como se dice en la forma coloquial, que me he perdido.
Mario Conde, en una revista de moda y belleza, afirma que la amnistía no sólo no termina con el Estado de Derecho, sino que transita por ese mismo Estado de Derecho como cualquier otra ley, desde el Parlamento hacia el Constitucional y por último hacia el Tribunal de Justicia Europeo. El otrora banquero, inteligente y vanidoso siempre, que no es de izquierdas porque es fama que casi organiza un partido político con Macarena Olona, hace buena aquella definición de Octavio Paz: el hombre es un ser precario y complejo doble o triple, espoleado por apetitos y roído por el deseo, espectáculo prodigioso y lamentable.
Mario Conde fue víctima de sí mismo porque aplicó mal el término proporción, tal como lo extendía Max Weber y que se traducía en recomendar que la realidad solo te afecte de forma que mantengas la calma interior y la compostura. Mario con poder perdió la calma como diría Joaquín Sabina.
Recuerdos tengo de acontecimientos del año 2007, cuando el Tribunal Supremo tomó el Parlamento dictando sentencia con una interpretación sin sustento en ninguna norma penal. Tortura del Estado de Derecho, la doctrina Botín. El Tribunal supremo en labores del legislativo.
Hoy los ciudadanos perciben falta de independencia judicial, siendo así que los propios jueces no piensan de forma distinta al resto de los ciudadanos cuando responden al encuestador afirmando que su independencia es mala por el defectuoso funcionamiento del órgano de gobierno de los jueces. Los jueces hoy, como el monarca anterior ayer, confunden que se les deje trabajar con total independencia con un silencio de los corderos o de los inocentes y una ausencia de crítica hacia el colectivo que no procede nunca porque, constituyendo uno de los tres poderes del Estado, su cuerpo está habitado por hombres precarios y complejos, dobles o triples, de la misma forma que el colectivo de políticos o el colectivo de árbitros de fútbol.
Sigo buscando el Macguffin y observo que en nuestro momento de internet y de cultura visual las redes inflaman las pasiones mientras la prensa reproduce con más reflexión y de forma más analítica. Por eso es difícil tener líderes reflexivos e inspirados que piensen en profundo.
Acaso lo que busco lo encuentro en la existencia de primarias de los partidos. Hemos vivido los encuentros Zapatero-Bono, Soraya-Casado, Sánchez-Susana Díaz. Y deduzco que, de ser distinto el resultado, distinta hubiera sido la suerte de la democracia española. Los partidos políticos, dice la Constitución que son instituciones fundamentales para la participación política y con funcionamiento democrático. Las primarias con respeto a las cuales tengo el juicio en suspenso eligen a un líder para que este elija a todo lo demás.
Cuando la justicia está paralizada a cuenta de quién elige su órgano de gobierno, toma relevancia un dato incontestable. En Dinamarca, según muestreos en el pináculo de la calidad de la justicia, el órgano de gobierno de los jueces lo nombra el monarca a propuesta del Ministerio de Justicia.
Creo haber divisado el Macfuffin y se llama integridad pública y se trata de verter en un caldero independencia judicial, transparencia presupuestaria, libertad de prensa, ciudadanía digital y un poco de primarias, pero no concebidas para elegir al monarca que, aunque gane solo por un puñado de votos en un solo partido político, va a reinar sobre todos los españoles, de forma que nos quedamos sin saber si la oposición está en el partido que no gobierna, a su izquierda en el Parlamento, o si la oposición está en las bancadas de atrás, es de su propio partido y no gobierna porque no votaron en las primarias al number-one.
El escenario ha girado. Hace años le escuché a la responsable de energía del Gobierno de Felipe González relatar que recibió el cargo con solo dos recomendaciones, no intervenir ninguna eléctrica y evitar que alguna pudiera caer. Hoy a las eléctricas, en otro tiempo connotadas como poder fáctico, se les pone impuestos por los beneficios caídos del cielo. Y no creo que sea mala idea, pero resulta llamativo que al final la decisión la adopte el number one, aquel que ganó unas primarias. El Macguffin, si no aparece otro motivo, no puede estar lejos de la forma como los partidos políticos organizan el poder como consecuencia de unas primarias.
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