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Que el mal no dure cien años
El debate no aportará nada. Paulino no ha cumplido casi ninguno de sus compromisos y en cuanto a los proyectos de ley culminados, aparte de los referidos a los presupuestos, sólo registro el de la guanchancha y los relacionados con las medidas anticrisis, que ni enfriaron ni calentaron a los agentes económicos y sociales.
Así las cosas, carente el Gobierno de capacidad de liderazgo y de credibilidad, no es difícil imaginar lo que dará de sí el debate. Paulino acaba de renovar su alineamiento con Rajoy porque no tiene otra salida para conservar la presidencia que cerrar filas con Soria y hacer suyo su desprestigio. No le queda otro discurso que el de Zapatero, malo, López Aguilar, peor y ni les cuento de Santiago Pérez, que se estrena como portavoz psocialista. Las consabidas alusiones a la crispación, inducida a larga distancia por Aguilar a través del móvil, junto al despacho de unas cuantas medidas anticrisis, uevas o reiteradas, completarán la descripción presidencial del estado de las islas. El único interés es si Paulino asumirá explícitamente, en sede parlamentaria, la doctrina soriana de la cacería conspiranoica y si lograrán sus señorías superar las limitaciones del diccionario en el intercambio de palabros feroces hasta alcanzar el grado sublime de Carmen Guerra sin necesidad de subirse a una silla.
Hay quienes dicen que hablar en estos términos deprime al personal. No creo que las palabras depriman. Conviene tener en cuenta que los pueblos viejos, como el canario, saben que no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Esa idea es la base del optimismo que, aunque no lo parezca, subyace en la crítica: ésta carecería de sentido si no se cree que las cosas pueden cambiar; sin esa esperanza de cambio, aunque sea a tan largo plazo, los críticos cerrarían la tienda para no perder el tiempo.
No hay mucho de que agarrarse para ser optimistas, es verdad. Pero lo que hay resulta esperanzador. Por ejemplo, el impulso a la investigación marina en el centro de Taliarte. O el empeño de desarrollar planes de desarrollo sostenible en los municipios del Sureste grancanario. Es llamativo, aunque no sorprenda, que no se preste la atención debida a esos afanes y a su decidida vocación de futuro, que ya es presente.
Estos días se ha desarrollado en Agüimes el IV Seminario Internacional de Comarcas Sostenibles y ha pasado casi desapercibida la presencia en la isla de Jeremy Rifkin, una autoridad mundial reconocida en energías renovables, asesor de varios presidentes europeos, Zapatero entre ellos, y del que no sé ahora mismo si sigue trabajando con Al Gore, si bien anda por los alrededores de Obama.
Rifkin dijo, para hacerse comprender gráficamente, que Canarias es “la Arabia Saudí de las energías renovables” y consideró absurdo que se siga insistiendo en el gas o el petróleo cuando estamos al final de la era de los combustibles fósiles. Mencionó varios lugares de Europa, Sicilia entre otros, donde trabajan con energías alternativas. Éstas, dijo, precisan para avanzar del apoyo decidido de las autoridades políticas. El que no se da en Canarias. Varias regiones europeas con peores condiciones de insolación se nos han adelantado con sus “huertos solares”; y ya saben cómo han retrasado los escándalos la energía eólica. Nada se insiste en esto pero sí en los contratiempos que ocasiona la oposición a la planta de gas en Arinaga, la que el Gobierno presenta engañosamente como panacea. Ahora ha accedido a que sea el Cabildo quien elija su ubicación.
Será, digo yo en mi natural mal pensado, que el camino de futuro escogido por el Sureste no ofrece posibilidades claras de pelotazo. No importa que sea una buena fuente de puestos de trabajo, aparte de sus efectos benéficos sobre el Medio Ambiente: si no hay beneficios inmediatos del 1.000% no merece la pena. Alegan la imposibilidad de conservar las energías alternativas, pero asegura Rifkin que su almacenamiento es posible mediante hidrógeno; de lo que resulta que este gas no sólo sirve para iluminar la Plaza de Santa Ana en Navidad.
Me he referido otras veces al Sureste y al trabajo que desarrolla su Mancomunidad. Añado que también se mueven por ahí los cabildos de El Hierro, que no resulta menos ejemplar, y de Lanzarote; además de los Ayuntamientos de Puerto del Rosario y Granadilla, que yo sepa. Existe, pues, la esperanza de que el mal no dure cien años. A la que me apunto, of course.
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