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Los mercados electorales

José A. Alemán / José A. Alemán

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Es evidente que el PSOE faltó a sus promesas electorales; pero no lo es menos que el PP, que criticó las medidas de Zapatero hasta decir basta y prometió hacer lo contrario, no tardó ni una semana en comenzar sus incumplimientos. Particularmente feo estuvo lo de Cristóbal Montoso, ministro de Hacienda, que después de criticar, por ejemplo, las subidas de impuestos del Gobierno psocialista y de asegurar que los bajaría en cuanto Rajoy llegara a La Moncloa, le mandó para arriba al IRPF para empezar a hablar y quiso aliviar la cosa con una nueva promesa: los bajará en 2015; a los que sobrevivan, claro. Montoro es partidario de privatizaciones en gran escala, una amenaza añadida por lo que no quiero ni pensar en los recortes y austeridades varias que nos aguardan. Sin olvidar al Soria ineféibol que resumió los objetivos de la reforma laboral en conseguir que contratar sea fácil y difícil despedir. Diría que le sienta bien Madrid porque es de sus mayores chorradas.

Demasiado sufrimiento para que, encima, tengamos que soportarle a Soraya Sáenz de Santamaría el mensaje “esperanzador” de que el Gobierno trata de “trasladar a los ciudadanos que los esfuerzos no serán en vano, tienen un fin: crear empleo, volver a generar riqueza”. Ele. A todo esto, Rajoy sin dar la cara porque no creo que su anunciada comparecencia en rueda de Prensa junto a Sarkozy sea el escenario adecuado para darnos explicaciones. Una explicación de las medidas, por supuesto, pero sobre todo del engaño al electorado, pues es de suponer que había decidido adoptarlas al tiempo que en público decía (o hacía que dijeran por él) lo contrario. Un paquete como el que soltó no se prepara de ahora para después; menos si tenía que dedicarle tiempo a cambiar las toallas de los baños de La Moncloa.

Todo ello, habrán visto, con la coletilla de que habrá más y la mirada fija en el calendario electoral: las autonómicas andaluzas como cita inminente. Se da ya por descontado que, después de superadas, anunciará el Gobierno un nuevo paquete de mayor calado en el que puede venir un incremento del IVA, que nos obligará a recordar aquí los llamamientos peperos a la rebelión civil cuando lo subió Zapatero; y un subidón de las tarifas elécticas tal que habrá que pensarse mucho antes de poner el móvil a recargar.

En este sentido de actuar en función del calendario electoral, recordaba ayer El País los apoyos de Aznar a Antón Cañellas, ex presidente de Baleares, al que obligó a dimitir por último cuando vio que los casos Soller y Calviá podían frustrar, dificultar al menos, su primera llegada a La Moncloa. Ahora Rajoy se ha desentendido de Camps y Matas a pesar de haber proclamado su inocencia, de movilizar para ayudarlo al partido y de ponerlos, madre, como ejemplos de gobernantes.

Al hilo de estos asuntos, no deja de tener su coña el énfasis pepero en la necesidad de recuperar la credibilidad exterior de España. No creo, la verdad, que los escándalos en los que aparecen involucrados personalidades relevantes del PP y el yerno del rey, a los que habría de añadirse los que rondan al PSOE, sean buen referente, qué quieren que les diga.

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