Lo que no nos merecemos

La verdad, no entiendo a qué tanto aspaviento. Era lo que cabía esperar de Paulino. Pertenece a esa casta de canarios cortitos que tienen en menos el talento y los logros ajenos. Es algo que han padecido antes otros isleños sólo redimidos después de muertos, ya saben. Siempre se ha dicho que con semejantes sujetos al mando, el mejor modo de sobrevivir en las islas es marchándose de ellas o no sacando la cabeza más de la cuenta porque hay gente dispuesta a cortar la que sobresalga; a podar el seto para que no prospere algún árbol de porte. La autonomía ha derivado en gobierno paulinés de mediocres portadores de visa oro y al que no lo sea le irá siempre mal.

No hace tanto que una de esas inefables televisoras locales, que deberían legalizar pues reflejan la baja estofa oficial, entrevistaba a cierto exitoso empresario hecho a sí mismo y al que no resto méritos, aunque considere su hechura un tanto chapucera. Entrevistador y entrevistado eran del mismo pueblo y edad y padecieron idénticas miserias ilustrativas de lo duro que resulta licenciarse en la que ahora llaman eso, Universidad de la Vida.

Todo fue bien mientras se limitaron a dar “testimonio de vida”, que diría un cristiano de base. Pero se torció al hablar del master. Al empresario se le calentó el pico y comenzó a jactarse de que él ya estaba en el tajo a los 14, en lugar de perder el tiempo estudiando y que empleaba ahora a universitarios que no sabían hacer una o con un canuto. Paulino me recordó la filosofía que emanaba de aquella entrevista.

A López Aguilar le han dedicado algunos lectores de este medio, en especial desde la banda ática y doloridos por las investigaciones judiciales, los peores calificativos. Siempre dentro de la tradición de cortacabezas que enfatiza los defectos reales o gratuitamente atribuidos e ignora las virtudes de los individuos, al punto, en el caso de Aguilar, de negarle validez a su brillante curriculum académico y político. Hay gente para todo, pero es grave que entre ella figure quien ostenta la máxima representación autonómica. No acepto lo de que tenemos lo que nos merecemos; aunque pueda parecerlo.