El mismo peluquero de José Luis

A ello contribuyó un presidente del Gobierno pesado como él solo y alongado al vacío. No estuvo tan gracioso como cuando comparó a López Aguilar con Chikilicuatre, cosa que todos le agradecimos infinitamente.

El discurso del primer día del presidente fue repetido por fases en el debate posterior. Que la portavoz del PP le hacía la pelota, él soltaba su perorata. Que el portavoz de CC le ponía un cinco raspado, él soltaba su rollo. Que el portavoz del PSOE lo ponía a parir, él volvía a repetir su discurso. Un auténtico coñazo.

Rivero partía con una clara desventaja en esa cosa tan rocambolesca denominada debate sobre el estado de la nacionalidad. El portavoz parlamentario de su propio partido ya le había juzgado antes de su comparecencia al otorgar un aprobadillo raspado a su gabinete.

La displicente Australia Navarro estuvo todo el debate en la inopia de sus antípodas, confundiendo la gimnasia con la magnesia. Estaba en un debate sobre el estado de Canarias y ella miraba todo el rato para Madrid, echando la culpa al Gobierno central.

Justo lo contrario que su correligionaria y vociferante Carmen Guerra, que cuando está en Madrid habla de Canarias porque no quiere que Zapatero le dé lecciones de corrupción al PP isleño puesto que éste ya las tiene todas bien aprendidas. Usted no sabe con quién está hablando. Todo eso independientemente de que Rubalcaba esté sentadito en su silla o “sentado sobre de ella” (sic), en expresión literal de la diputada verduleramente ilustrada.

No obstante, Rivero tuvo una deferencia con el portavoz socialista, Manuel Marcos, que le hizo un marcaje parlamentario tan implacable como inútil. La Televisión Canaria margina al PSOE en su programación pero al menos el director de informativos se peina como Zapatero. Todo un detalle. Tal y como están las cosas, es difícil conseguir una concesión mayor.