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La nacionalidad, madre

José A. Alemán / José A. Alemán

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Reconozco que hice mal entonces, como me reprochara algún lector; sin valorar que al menos no oculté que no me interesaba el asunto, aun a sabiendas de que, de haberme callado, no se hubiera notado mi “ausencia”. Por eso ayer seguí el debate sobre el estado de la nacionalidad. No saqué en claro nada que no supiera. Aunque, eso sí, pude comprobar que, en efecto, la profesión periodística es la segunda más peligrosa; sobre todo si fumas. Porque puedes dormirte con el cigarrillo encendido y despertar en medio de densa humareda y hasta llamas. No ocurrió lo segundo, pero sí que me durmió Paulino. Debería hacerme con una copia para las noches en que pierda el sueño.

Y ayer por la mañana cometí otra temeridad: escuché a Australia Navarro en ayunas. Como por razones de edad uno está ya descatalogado, me pregunté qué se me perdía delante de la pantalla, si no estaba obligado y decidí dejarlo para ocuparme de asuntos propios. Que arreen quienes vienen atrás; les toca ahora mamarse la tranca de informar.

Al mediodía regresé a casa y encontré de nuevo a Paulino ocupando abusivamente mi pantalla. Seguía de pesado en el tono grave de quien quiere transmitir que es un tipo serio y cabal. Pero noté cierta tensión, como si estuviera a pique de liberar el rompetechos que llevan dentro por lo general quienes no llegan a 1,70. Si de su intervención inaugural no anoté nada porque venció el sueño, les dije, en la de Australia Navarro me pregunté a qué venían las críticas a Zapatero. No porque me parezca mal que rajen lo que sea menester sino porque el objeto del debate sobre el estado de la nacionalidad es el balance de lo realizado por el Gobierno de Canarias, no por el central. Aunque también es verdad que cuando creía yo que Australia iba a perderse definitivamente por las antípodas, regresó para hacer el elogio de Paulino y de su Gobierno antes de la crisis, durante la crisis y después de la crisis; si llegamos vivos. Nada digo en contra porque estaba obligada; además, quién sabe, lo mismo la escucha Obama y telefonea a Paulino para saber cómo lo hace y quedo yo fatal.

Vino a decir la diputada popular, en definitiva, que gracias a Paulino, con Soria en los teclados, hay menos crisis que ayer pero más que mañana. Y que todo es culpa de Zapatero malo; la consigna de Rajoy a sus apóstoles y apóstolas que han de aprovechar cualquier oportunidad para darle leña; a él y en el caso canario también al gandul de López Aguilar, la hacendosa Australia dixit.

Vuelvo al presidente porque el hombre, ya embalado, desafió (en mi pantalla, oye) al psocialista Marcos Pérez a dar la cara. Se aprovechó, en el plan marrullero rústico habitual, del formato de este tipo de debates que le da a él todo el tiempo que quiera para alegar mientras el contrincante sólo dispone de unos minutos de réplica. Fue tal la cantidad de desafíos, de cuestiones, de preguntas para responder “aquí y ahora” que debió sentirse el diputado psocialista en la piel de quien ha de resumir en 59 segundos la historia de la Humanidad. Eso anoté y eso fue, justamente, lo que alegó Manuel Marcos Pérez en su réplica.

Ahí los dejé. Con sus reprobaciones y propuestas de resolución del debate en su diálogo de sordos. Éstos deprimen hasta al Alcoyano, club de afamada moral deportiva.

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