Espacio de opinión de Canarias Ahora
El oro negro del Ártico
Este paradójico usufructo, para los impíos del cambio climático, como lo son los negacionistas del mismo, muy ávidos en seguir depredando los bienes naturales, importándoles nada las maléficas consecuencias para la vida en la Tierra. Solo cuentan los intereses espúreos de sus bienes gananciales, habiendo conseguido el beneplácito de Groenlandia estas petroleras, desde julio, para perforar el agua y hielo de sus costas; y ya han hecho dos orificios, de momento, que por lo pronto, han encontrado bolsas de gases. Y este próspero negocio del oro negro le conviene, a nivel político, a las autoridades groenlandesas, que se beneficiarán con un 60% del capital explotado, y será una importante baza para independizarse totalmente de Dinamarca, nación propietaria aún de la isla.
En este macabro vodevil, con que nos quieren hacer tragar ruedas de molino, los esclavos del vil metal, como lo son las multinacionales petroleras, con el descarado concubinato de los Gobiernos, de seguir jugándonos el pellejo con el cambio climático, que cada día se nos presenta más asesino para todos los seres vivos del planeta, por no apostar, de una puñetera vez, por las energías limpias y renovables. Gobiernos que deben invertir un capital, que a corto plazo, es de alta rentabilidad económica en ahorros energéticos y altamente positivo para no contribuir al calentamiento del planeta. Pero los gobernantes de turno no entran en razones, ni tampoco se lo permiten los mandamases de las multinacionales, en manos de los desalmados oligarcas del neoliberalismo mundial. Y olvidamos, que según el IPCC (Plataforma Intercontinental para el Cambio Climático), esperamos este siglo un aumento de hasta un 6% del alza de las temperaturas. Trágico hecho que hará que mueran hasta un 30% de las especies animales.
Junto a la quema descontrolada de energías fósiles, con el desprendimiento de dióxido de carbono, se une la irracional tala de bosques en la Amazonia brasileña, pulmón de oxígeno de la Tierra, que pronto aprobará la nueva ley de Reforma Forestal, según la cual se podrá talar hasta 86 millones de hectáreas de bosque virgen. Como si no se conformaran con la salvaje deforestación para crear zonas de cultivos de cereales transgénicos y biodiesel energéticos. Idéntica demencia ha hecho el gobierno inglés, al cual se le ha ocurrido la parida de vender bosques, para paliar los déficits de las Instituciones oficiales. De seguro, que quien compra estas zonas verdes y boscosas, acabarán en recalificaciones para ser urbanizadas. Y si no existen espacios verdes y apropiados que propicien las lluvias, pronto tendrán las malignas consecuencias. Pero el dinero es mucho más importante que los molestos árboles, que no producen dividendos pecuniarios.
De esta dislocación del clima han sido las desgracias por las tantas variaciones climáticas en todo el mundo: desde los más de cuatrocientos incendios en todo el perímetro de Rusia, por dilatadas sequías; salvajes e insólitas han sido las inundaciones (además de sequías) en China, Pakistán, Perú, Bolivia, Guatemala; y en Europa, con fuertes calores o anormales trombas de aguas, de norte a sur del continente. Este es el presente que nos espera a todos los habitantes de la Tierra, si no tomamos conciencia de este muy serio riesgo catastrófico, en el que nos va la vida. Toda la humanidad está por encima de los inconscientes tarambanas de los Estados gobernantes, petroleras y otros demonios contra la naturaleza. Asunto que es ya de vital importancia, al que tendremos que responder de forma urgente.
La naturaleza es armonía de energías equilibradas en todos sus órdenes: geológicos, atmosféricos, arbóreas y faunas en sus medios ambientes; y si estos son mutilados o maltratados, como hemos hecho hasta hoy, desde la Revolución Industrial, ella, también alocará en desarmonías, reconvertidas en catástrofes naturales y en parcas a corto y medio plazo, ante la imposibilidad de sobrevivir en medio impropio para desarrollar nuestras necesidad primarias.
Estamos todos los seres vivos en precario y en calidad de préstamo, en este solar llamado Tierra, que circunstancialmente habitamos, y en el que no nos eternizaremos. No tenemos ningún inconsciente derecho a desastrarlo, y sí el deber de cuidarlo y respetarlo celosamente, para que las futuras generaciones, y el futuro es presente, lo puedan habitar en calidad de una vida digna y segura. Sobremanera los depredadores tildados de racionales, que los demás seres vivos cuidan su hábitat desde que nacen.
Teo Mesa
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