Ante la oscuridad, alegría

José María Noguerol

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Días de penumbra y odio. Por todas partes. Por todas las esquinas. En parlamentos, ayuntamientos y en las calles. Soy una persona sin banderas, las detesto: trapos que llevan a muerte, trapos que encabezan guerras y destrozos, trapos que levantan pasiones oscuras e inciertas. Todos llevamos muchos caminos, los del espíritu y los de la materia. Todos cortamos muchos caminos y abrimos otros. Hace ya décadas, se abrió uno de reivindicación y orgullo para personas que habían sido maltratadas y denostadas durante siglos. El Orgullo LGTBI actual es fruto de la ilusión y de las ganas irrefrenables de igualdad de luchadores y luchadoras que nos antecedieron. En 2023 debería todo parecer normal, incluso obvio al decir de un político de este país de cuyos nombres no quiero acordarme. Pero no, nada es obvio. Siempre hay que avivar la memoria, despertar a los dormidos, estar atentos, en guardia, “Recuérdalo tú y recuérdalo a otros” (Luis Cernuda).

Así, lo que debería ser más una fiesta se convierte de nuevo en lucha reivindicativa porque nada es infinito y muchos espacios de libertad y justicia están en peligro. Están en peligro de manera distinta a otras épocas. En efecto, en veinte días se puede retroceder en el tiempo veinte años, o más. La involución ha cambiado en su velocidad, se ha multiplicado y, de pronto, una mañana nos despertamos en ella. La bandera arcoíris se ha convertido, por arte malévolo de sus detractores, en algo que va mucho más allá del colectivo al que representa.

Colmada la solemnidad y lo serio, seamos siempre alegres. Hoy hay más gente contenta que desastrada, aunque las escaletas de casi todos los informativos de televisión magnifiquen sucesos y desgracias. Hay más gente con esperanza, más gente formada y emocionada que ¿hace cuánto tiempo? No lo sé pero somos mejores que el espejo que pretende reflejarnos. Recuerden que la alegría es contagiosa y las ponzoñas malolientes de los cavernícolas presentes tienen curación. Unas cuantas metáforas leídas a destiempo, una metonimia con el cortado, una anáfora templada en la cena, repercuten en la estima y la seguridad de las personas.

Bajo los fuegos no hay fuego, hay renglones y algunos versos. ¿Desde cuándo? A saber. Un día me regalaron una pluma, una estilográfica como te gusta decir impropiamente. Las plumas dibujan, escriben colores –hay muchas tintas- y especulan en asonante.

Para la libertad, solo campo a través.

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