Paulino, cabreado, disparó contra Román los gruesos palabros de “traidor” y “trásfuga” (“de mierda”, se sobrentiende) sin que se sepa a título de qué. Tránsfuga no puede ser porque no pertenece a CC y es cabeza de otro partido. El propio Paulino declaró en público su satisfacción cuando se lo quitó de encima; sin que se le cayeran los anillos para el apaño en el Congreso, donde el grupo pasó a denominarse CC-NC. Que no iban a perder las perras por una bobería. Algo parecido ocurre con la supuesta traición. Ésta implica engaño y cautela para ocultar intenciones y a nadie se le escapó la existencia de enfrentamiento abierto. Sorprende, además, lo desacertado de la aplicación del concepto por un partido de amplia tradición para definirlo con mayor justeza. Porque no fue chica la traición del Hermoso Manuel al encabezar desde la vicepresidencia la censura a su presidente, Jerónimo Saavedra. A la que siguieron las posteriores a don Olarte y al propio Román. Aquellos apuñalamientos le dieron a ATI-CC la presidencia cuasi vitalicia que Paulino quiere ocupar los próximos cuatro años. Les he dicho que está muy bien que López Aguilar no sea presidente porque prefiero que CC-PP apure su cáliz. Que ya comienza a cargarse de incongruencias, vista la ruptura de su primer pacto en la legislatura anterior. No veo cambios en las circunstancias de aquel rompimiento. Salvo los malos trances judiciales sobrevenidos y que un pacto con el PSC dejaría a ATI-CC sin presidencia; suficientes, ya ven, para aparcar el principio de estar siempre con quien gobierne en Madrid (¡menudo nacionalismo!) y relativizar el negativa del PP a apoyar la reforma estatutaria, a la que tanta trascendencia daban. Entre éstas y otras cosillas, la base de la pizza pactera in pectore son, ya digo, las respectivas tormentas judiciales, que ATI-CC siga en la presidencia y darle a Soria, el pobre, la oportunidad de habilitar en el Gobierno un nuevo centro de acogida de rebotados.