Espacio de opinión de Canarias Ahora
Perdón por conveniencia
Esperanza Aguirre, la émula de Fernando Alonso, ha pasado de su prepotente chulería a pedir perdón cuando declaró el lunes como imputada de un delito de desobediencia a los agentes de la autoridad, tras aquel episodio de enfrentarse y salir huyendo después de ser multada por estacionar en un carril bus para ir a un cajero en plena Gran Vía madrileña.
Desconocemos si la lideresa y ex presidenta de la Comunidad de Madrid tenía alguna copa de más cuando se regodeó de los agentes de movilidad y en su huida de la policía local arrolló una moto. No lo sabemos porque, contrariamente a lo que se piensa de esta mujer, tuvo miedo a la aglomeración que podía haberse formado al ser ella tan famosa, según declaró al juez sin inmutarse, y se largó con viento fresco sin permiso de la autoridad a esconderse en su casa. Su supuesta valentía se convirtió en cobardía, para decepción de sus fans. Menos mal que no había nadie montado en la moto porque de lo contrario ahora estaríamos hablando de dos posibles delitos, uno mucho más gordo que el otro.
Aguirre, bastante más modosita de lo que es habitual, llegó a pedir perdón al juez por su comportamiento, confundiendo una vez más el culo con las témporas. En todo caso tenía que haber pedido perdón a los agentes ultrajados y no al juez, que solo está ahí para juzgar su presunto delito. Es como la ridícula manía de los futbolistas cuando zancadillean a un adversario: en vez de pedir disculpas al agredido, lo hacen al árbitro. Es un gesto absurdo más propio de cobardes que de deportistas.
Para rematar, Aguirre afirmó que su futuro político “está en manos de la providencia”. Quizá por eso pidió perdón al juez y no a los agentes municipales. Su futuro político pende de la sentencia judicial y por eso aduló a quien no debía.
Curiosamente, Gallardón, su otrora contrincante dentro de su propio partido, dimitió ayer por la falta de respaldo del Gobierno a su reforma de la ley sobre el aborto. Mientras unos se marchan voluntariamente con la cabeza alta, otros se parten el culo por volver a la primera línea de la política. De todas formas, será la providencia de un juez (y no la divinidad de la lideresa) la que hará a Aguirre poner los pies en el suelo y dejar las nubes en las que se ha instalado definitivamente. Ni encomendándose a la virgen del Pino va a salir del entuerto en que se ha metido ella sola.
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