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El pleito como marketing

José A. Alemán / José A.Alemán

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Cuando el Parlamento descalificó la línea de El Día respecto a Gran Canaria ignoró el meollo. Éste no era, lo dije en su momento, la acumulación de insultos con especial virulencia tras el escándalo de Las Teresitas, rápidamente se atribuido a maniobra grancanaria. Algo que no se sostiene, pero si el periódico lo cree, allá él; ya decidirá la Justicia.

El Parlamento obvió lo importante, insisto. Es decir, el sistemático y prolongado ataque del periódico santacrucero a las bases económicas de Gran Canaria en cuanto punta del iceberg de una estrategia tan burda que se advierte su intencionalidad; también la ruindad requiere talento.

A diario, El Día desprestigia a Gran Canaria como destino turístico. Acusa a los grancanarios de engañar a los turistas con atractivos inexistentes, de estafarlos con la publicidad promocional. Asegura que sus playas son peligrosas, que la ciudad de Las Palmas es un sucio paraíso de delincuentes; que se sobornó al instituto internacional que valoró positivamente la temperie de la capital insular. Ha convertido en permanente la panza de burro veraniega (que rebaja la temperatura unos grados, lo que es de agradecer) para describir un desangelado ambiente ciudadano gris y triste habitado por gentes envidiosas (amarillas, cuando la envidia es verde) con pretensiones de una grandeza de la que carecen. Vegueta, en fin, es una ridiculez frente al barrio de El Toscal, como ha dicho hace poco. Los productos de la isla son una mierda, sin excepción y el agua de abasto, salobre a más no poder. Carece la isla de paisajes que valgan la pena y celebraron con menos contento la caída del Dedo de Dios que el que les produciría si el Roque Nublo se viniera abajo. Y el tinerfeño que diga otra cosa traiciona a Tenerife.

Son sólo botones de muestra porque la secuencia es amplia y prolongada a lo largo de meses y meses. No vale, pues, aislar episodios para restar importancia a todos y reducir el conjunto a meras manifestaciones puntuales del pleito debidas a la senilidad del propietario de El Día. Si así fuera, lo aguantaríamos como hicimos durante tantos años. Resultaba incluso divertido porque, al fin y al cabo, no trascendía el ámbito doméstico.

Pero hoy existe Internet y no es preciso decir que cualquiera de nosotros, al recurrir a la red para planificar unas vacaciones, nos cuidaríamos mucho, por si acaso, de elegir un lugar tan horrible del que sus vecinos dicen semejantes barbaridades. Ese es, creo, el fondo del asunto como bien sabemos quienes hemos oído a algún ático, con responsabilidades en política turística, presumir de realismo feroz al considerar que el competidor de Tenerife no es el Caribe, Marruecos o Baleares sino Gran Canaria; que en la competencia como en el amor todo vale y que restarle camas era su éxito personal. No olviden que un Congreso de CC señaló la competencia entre islas como genuina expresión de la naturaleza política canaria. De aquellos polvos, estos lodos.

En esa estrategia global se inscribe el mapa del calendario. Cierto es que la cartografía antigua no se puede modificar, bonito fuera. Como es verdad que durante mucho tiempo se utilizó indistintamente tanto la denominación “Canaria” como la de “Gran Canaria”, que ya circulaba a principios del siglo XV, lo que la cartografía refleja, lógicamente. Pero hay motivos para sospechar de la elección por el Gobierno del mapa favorito de El Día. A lo mejor hubo una mano de la que omito su coloración porque ahora manda Obama.

Si nos quedamos en la pura anécdota, el hecho carece de importancia; no si situamos el almanaque en su contexto. Y si, por un casual, no hay relación, debería preocupar al Gobierno que se establezca con tantos visos de verosimilitud. Como debería preocuparle al empresariado grancanario que El Día trate de machacar su negocio, dicho sea de paso.

Es verdad que ninguna institución tinerfeña asume la campaña de El Día. La ciudadanía de Nivaria es otra cosa, por supuesto. En Tenerife hay cuando menos el mismo número de personas sensatas y con criterio que en cualquier otro sitio. No ignoran, lo sabemos, que la raíz del pleito insular son intereses económicos, políticos y partidistas hoy crecidos ante la ineptitud y parcialidad de un mal Gobierno que tolera el daño a una parte de su territorio. Lo único positivo de esta situación es ver en la entraña del pleito el dinero siempre vinculado al poder político de decisión. Estar cerca de él es el mejor de los negocios y su marketing, por así decir, involucra a los de a pie mediante el malvado cultivo de la irracionalidad.

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