Espacio de opinión de Canarias Ahora
Prefiero legislaturas rudas y duras a cortesanas y ficticias
Como miembro de la Mesa del Senado, ocupo la Secretaría primera, me ha tocado participar en reuniones de las llamadas Mesas Conjuntas de las Cortes Generales que unas veces se celebran en el Congreso, otras en el Senado y, por tanto, le he visto presidir reuniones donde se discuten asuntos comunes de ambas Cámaras. Tengo pues algún elemento de juicio para poder opinar. Por ejemplo, que nunca hemos podido celebrar una comida de Navidad ambas Mesas. Quizás esto parezca una bagatela, pero no deja de mostrar una manera de ser contrario a lo que Marin predicó el pasado día de la Constitución, en relación con la “Paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
Por otra parte, Javier Rojo es el presidente del Senado. Un político socialista de partido con territorio que ha contado con una Mesa más complicada que la de Marín, pues la mayoría en el Senado no la tiene el PSOE sino el PP. Se acaba de ver con la discusión presupuestaria.
Y no es que Rojo sea un mago de las relaciones humanas sino quizás sea simplemente una persona normal frente a un Marín, al que mis compañeros de la Mesa del Congreso le han definido como intratable cuando le da el viento sur. Ahora todos se dan muchos abrazos pero no he visto tratar peor, por parte de un presidente del Congreso, a una diputada como lo hizo Marín en una de estas sesiones. Extraordinariamente desagradable fue lo mínimo que nos dijimos tras una de estas primeras reuniones de esas Mesas Conjuntas que nos habían dejado estupefactos. Posteriormente, también hay que decirlo, mejoró. Dejó de presidir Mesas Conjuntas almidonadas para hacerlo de forma más normal.
Pero lo que me llamo la atención de su última alocución es que se ponga ahora el manto anglosajón de la pulcritud parlamentaria sin darse cuenta que en Francia, en Alemania, en Italia y en su querida Bélgica, a punto de romperse, las relaciones entre los grupos parlamentarios es de extrema tensión, y este dato es curioso que lo desconozca un Marín que ha vivido en Bruselas sufriendo en carne propia, él mismo, en el Parlamento Europeo, toda una insólita erosión cuando el presidente de la Comisión, de la que formaba parte como vicepresidente de Jacques Santer, fue arrastrada de mala manera por el barro, y, en virtud de aquella crisis tuvieron que dimitir antes de tiempo. No entremos en detalles.
Su sensibilidad por otra parte hacia las lenguas cooficiales ha sido mínima por su inflexibilidad a la hora de aplicar el reglamento. En el Senado, también ERC se manifestaba en catalán y no había esos numeritos de un Marín gesticulando como si le estuvieran mentando a su familia. Señor Marín. ¡Tómese en serio eso de la pluralidad y la plurinacionalidad cultural del Estado!
Por otra parte he tenido con él durante toda la legislatura un curioso contencioso que no ha querido resolver. Mucho hablar de Memoria Histórica y de formas democráticas ahora y en las jornadas de puertas abiertas sigue Marín mostrando a las nuevas generaciones, en el llamado templo de la palabra y de la democracia, los cuadros del presidente Esteban Bilbao, que antes de ser un capataz de las Cortes Orgánicas de Franco firmaba penas de muerte como ministro de Justicia, y de los franquistas Iturmendi y Alejandro Rodríguez de Valcárcel. Que no nos de lecciones de buenas maneras cuando en Alemania no hay un cuadro de Herman Goering, adornando ninguna galería de aquella Cámara habiendo sido presidente del Reichstag. Tampoco ha sido capaz, desde su nos mayestico, de contestarme las tres cartas que le he enviado pidiéndole que no tenga tantos cuadros de reyes y princesas en una Cámara donde no hay un solo cuadro de Azaña, Alcalá Zamora, Pasionaria, Companys, Aguirre o Negrin. Y eso que creo que Marín es socialista.
A mi no me asusta ni la rudeza ni la dureza que él critica, quizás porque vivimos hace cuatro años bajo la mayoría absoluta de Aznar, apresados en aquel corralito de aquella infamia que nos hacía cómplices de ETA. ¡Eso si era rudeza! Y por eso prefiero más una cámara ruidosa y dura, pero democrática y clara a un lago de los cisnes cubierto por la cursilería de las formas que prefiere las falsas maneras a lo esclarecedor de los debates apasionados, frente a tanto cobismo por todas partes.
Y puedo opinar, pues he conocido las presidencias de Pons, Trillo, Luisa Fernanda Rudí y Javier Rojo. Y ninguna ha contado con una presidencia parecida a la de Manuel Marín, que al parecer le gusta dar lecciones a los demás sobre como debemos comportarnos en público, diciendo el día 6, en su discurso de despedida, que había que trabajar con consenso y con sentido del límite destacando que se negaba a aceptar que sean estas dos palabras ya viejas y solicitando el ejercicio de la política con mayúsculas reivindicando además abrir la mano y llegado el caso estrechar esa mano del adversario. Pues bien. Cualquiera que le escuchó pudo pensar que esa ha sido la tónica de la actuación de Marín como presidente del Congreso. Y no es así. Por lo menos en lo que yo he visto.
Voy a contar una de sus últimas decisiones. Para nosotros, inadmisible.
Con motivo del próximo aniversario constitucional y de las primeras elecciones legislativas decidimos en la Mesa del Senado encargar un cuadro alegórico al hecho. Alguien planteó encargar ese cuadro con la sola presencia de los siete ponentes constitucionales. Yo pedí que eso no fuera así. Nosotros no estuvimos en esa ponencia constitucional porque se nos excluyó y todavía se pagan las consecuencias. Y por eso decidimos encargar un mural muy plural donde estuvieran todos los presidentes del Senado, todos los presidentes del Gobierno y personalidades de aquella primera legislatura de 1977, entre ellas Manuel de Irujo, ilustre ex-ministro del PNV junto con otras treinta y cuatro personalidades de aquella primera legislatura. ¡Casi nada!. Si se habla a todas horas de monarquía parlamentaria, búsquese la pluralidad, y no la exclusión.
¿Que ocurrió en el Congreso bajo presidencia de Marín? Muy sencillo. Se hizo la misma propuesta pero en esta ocasión no se le hizo caso a la petición de mi compañero Erkoreka en Junta de Portavoces de que se le iba a volver a excluir al PNV, no de una ponencia, sino de un icono de la transición que ahí estará colgado para siempre. Ante esto, no se por que Marín predica consenso alguno cuando actúa con el mismo criterio excluyente de hace treinta años. Y eso, sinceramente, nos ha sorprendido desagradablemente. Por lo menos a mí, que me he opuesto a esta autentica cacicada en los últimos 18 años. ¿Es que el PNV, que está en el Congreso desde 1917, junto con el PSOE, no merece un mínimo de respeto? Pues al parecer no. Decisión del señor Marín.
En fin, le deseo lo mejor a Manolo Marín en sus trabajos sobre el cambio climático y en la dedicación a sus aficiones, pero le recuerdo en estas líneas que ha pasado por esa importante casa sin haber descolgado, el año de la Memoria Histórica, los cuadros de tres personajes antidemocráticos, uno de ellos un asesino, y nos ha excluido de una representación simbólica. Eso si es rudeza y dureza. ¿Que ha hecho cosas bien? ¡Por supuesto! ¡Pero para destacarlas ya tiene suficientes hagiógrafos!
El que no haya podido sacar adelante la difícil tarea de aprobar un nuevo reglamento quizás se deba a no haber podido, ni sabido, involucrar a todos los grupos, en especial el suyo. Ni él ni nadie de nosotros, si nuestro partido nos propone para algo, debemos creer que tenemos un cromosoma de más. Como decía el poeta Joan Brossa: “Mi única tribuna son las suelas de mis zapatos”.
Por eso sigo prefiriendo la dureza y la rudeza de la lucha política democrática porque esa descripción no es más que reflejo de la realidad y de lo que quiere el ciudadano que es quien, en definitiva, nos ha puesto ahí para defender con argumentos lo que quiere cada partido. ¿O no?
Iñaki Anasagasti
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