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Presunción de indecencia
Ya veremos en qué para todo. De momento, Soria prepotente asegura que las actuaciones se archivarán. Dirá por eso que le tiene tanto respeto a la Justicia.
De momento han comenzado a alegar en su favor la presunción de inocencia. No insistiré en que ésta es concepto jurídico ajeno a la esfera política de que aquí se trata. Pero ocurre que, junto a la presunción de inocencia reconocida como derecho, está implícita la “presunción de indecencia” que mueve la actuación de la Fiscalía y que apunta a una quiebra de la confianza política en Soria; es decir, a la pérdida del principal atributo de un líder en democracia.
En lo personal, Soria no me interesa. No me dedico a la opereta hortera. Es en lo político donde resulta inquietante por el daño que hace a la democracia; como el trasunto o epígono que es de los viejos caciques, impunes porque contaban con la ignorancia y la incultura política de la sociedad y el control de las instituciones. La vida pública de Soria ha sido un recital de despropósitos autoritarios y de impunidades trufadas de grandes mentiras que denotaban su absoluto desprecio a nuestras inteligencias. La “bulgarización” de su renovación al frente del PP está en esa línea, la que no es preciso recorrer de nuevo repitiendo el rabolleva de los asuntejos que arrastra.
El drama soriano es su anacronismo. Los modos caciquiles, que contaban con el silencio social (por miedo, por ignorancia o por complicidad), no son viables en democracia en cuanto alguien ose denunciar lo mal hecho y esté dispuesto a soportar amenazas y presiones para que se rinda y calle. Por eso, al tratar de silenciar con amenazas a Francisco Cabrera en el caso eólico salió escaldado por el aguante de éste. Estamos entre los que imaginamos los padecimientos de Cabrera; porque sabemos.
El problema es que los modos sorianos los aplauden sectores sociales atrapados en el anacronismo. Algo ha avanzado la democracia; pero no lo suficiente para celebrar nada. No avanzar es retroceder. Esa es la cuestión.
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