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¿La princesa Leonor varada en la Constitución?

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La Princesa Leonor no podrá ser juzgada por un tribunal ordinario, tanto si tiene un accidente de tráfico, como si es acusada de crímenes o es víctima de falsas acusaciones. Es sin duda una ventaja, sobre todo viendo el panorama hispano en que diversos personajillos y medios de comunicación se permiten salidas de tono con su llamada “libertad de opinión” expresando evidentes mentiras y acusaciones de crímenes contra políticos y gobiernos.

El acto de su juramento constitucional de alguna forma me recuerda a la obra de teatro de Alejandro Casona La sirena varada. Como se sabe, en los puertos españoles el varadero es el lugar donde varan las embarcaciones para resguardarlas o para limpiar sus fondos o componerlas. La obra de Casona puede ser colocada entre las del “teatro poético” surgido del modernismo de Rubén Darío y está emparentada con la obra de García Lorca. La sirena varada es una obra que profundiza en una de las aspiraciones humanas más ambicionadas: la de escapar de su realidad. Narra la locura de un grupo de personas que en una comuna deciden vivir en un mundo de sueños, donde el sentido común no existe. Entonces surge el personaje principal de la obra, identificado únicamente como Sirena. La historia de amor entre la Sirena y el fundador de la comuna en que vivían, y la imposibilidad del amor en un mundo irreal les lleva a enfrentarse a la realidad, por dura que esta sea. La realidad histórica que precede al juramento de la que, según la revista Semanaes la princesa más guapa de Europa, es una realidad mucho más dura y escabrosa que la contada en la sirena varada de Casona.

La Constitución Española, tan alabada y en boca de derechas, ultraderechas y semiizquierdas, ¿cómo responde a la pregunta de si es igualitaria y justa con los sexos? Esa es una pregunta del año 2023 y no se planteaba cuando se aprobó. Y analizando el texto habrá que decir hoy que no, no es igualitaria. No, puesto que prioriza y dará el título de rey a un varón antes que a una hembra.

Del matrimonio del rey Juan Carlos y Sofía nacieron tres hijos: la infanta Elena (1963), la infanta Cristina (1965) y el príncipe Felipe (1968).

Según el Artículo 57 de la Constitución: “La sucesión en el trono seguirá el orden regular de primogenitura y representación, siendo preferida siempre la línea anterior a las posteriores: en la misma línea, el grado más próximo al más remoto; en el mismo grado, el varón a la mujer, y en el mismo sexo, la persona de más edad a la de menos edad.

Irene Montero, desde el coro de voces de Podemos que gritan con mejor o peor fortuna su republicanismo, ha protestado contra el machismo monárquico. ¿Machismo oculto? Según el Artículo 57 si se escribiera con una modificación actualizada, la sucesora y reina hubiera sido Elena de Borbón, que era mayor en edad y no Felipe, si no se discriminara a la mujer en favor del hombre. Claro que esa no es la razón inmediata para la ausencia del acto de jurar ni de Irene Montero ni Ione Belarra (ministras de Podemos) ni de otros partidos como ERC, Junts, Bildu, Podemos, tampoco del ministro Alberto Garzón ni del representante de En Comú Podem en la Mesa del Congreso. No es nada personal contra la simpática y agradable princesa, considerada por algunos como la más guapa de Europa y otros continentes, sino contra lo que consideran un acto de blanqueo de una Monarquía que no ha sido elegida por el pueblo.Y en la realidad de hoy se siente en ciertos sectores políticos como peso muerto el peso de la historia no trabajada.

Abdicación, República y Franco

En la realidad hispánica que tiene mucho de teatro, el origen de su nombramiento como Princesa sucesora coincidiendo con su cumpleaños el 31 de octubre de 2023, viene de lejos y proviene de una ajetreada y quebrantada línea sucesoria desde que su bisabuelo Alfonso XIII huyera del país el 12 de abril de 1931 al conocerse la aplastante victoria en las elecciones municipales de las candidaturas republicanas en las grandes ciudades. El desprestigio de Alfonso XIII era grande incluso dentro de las familias monárquicas por su nepotismo y apoyos a guerras en Marruecos y a la dictadura de Primo de Rivera.

En  tempranas horas del martes 14 de abril de 1931 el general Sanjurjo, director de la Guardia Civil, se presentó en casa de Miguel Maura, donde estaban reunidos los miembros del comité revolucionario que no estaban exiliados en Francia, ni escondidos: Niceto Alcalá-Zamora, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Ríos. Santiago Casares Quiroga y Álvaro de Albornoz. Nada más entrar en la casa el general Sanjurjo se cuadra ante Maura y le dice: “A las órdenes de usted, señor ministro”. El 14 de abril, este comité (que no era nada izquierdista) proclama la República, y se forma un gobierno provisional, presidido por Alcalá-Zamora, que convocó elecciones a Cortes Constituyentes, que se celebraron el 28 de junio de 1931. El 14 de Abril se proclamó la Segunda República.

Después de relativamente poco tiempo vuelven a levantarse en armas las derechas contra el gobierno republicano y después del triunfo electoral y del gobierno del Frente Popular comenzará la Guerra Civil, que será encabezada por el general Franco.

Después de implantada la dictadura fascista apoyada por Hitler y Mussolini, Franco dejó en el saco de basura del olvido sus promesas de restaurar la monarquía, pero sólo después de la derrota y aniquilamiento del nazismo-fascismo volvió a contactar a los Borbones.

Desde la renuncia de Alfonso XIII como jefe de la Casa Real de España el 15 de enero de 1941 (apenas un mes antes de su muerte), Juan de Borbón (padre de don Juan Carlos) fue pretendiente al trono de España. El 8 de marzo tomaría la dignidad de Conde de Barcelona, propia de los reyes de España. Apoyaría el Movimiento Nacional de Franco pero finalmente, después de casi un año sin haber hecho ninguna declaración, don Juan de Borbón hizo público el 19 de marzo de 1945 el Manifiesto de Lausana, en el que rompía con el franquismo. Manifestaba que el régimen franquista “es fundamentalmente incompatible con las circunstancias presentes que está creando en el mundo”, es decir, con la victoria aliada, por lo que pedía a Franco que dejara paso a la “Monarquía tradicional”, pues solo ella “puede ser instrumento de paz y de concordia para reconciliar a los españoles” . En España esa declaración sólo se pudo conocer por la emisora británica BBC, la censura franquista prohibió toda noticia.

La Guerra Fría ayuda a Franco

Silenciado por la prensa y la radio españolas, el Manifiesto de Lausana era ignorado por el público español. El 25 de marzo Juan de Borbón pidió a sus partidarios dimitir de sus cargos, pero dos de ellos: uno el XVII duque de Alba, renunció a la embajada en Londres y comentó: “Franco no quiere sino sostenerse a perpetuidad; es infatuado y soberbio. Todo lo sabe y confía en el juego internacional temerariamente”. Por tanto, el borbónico pretendiente, visto el fracaso de su ataque frontal, se refugió otra vez en el silencio, esperando a que los acontecimientos provocasen el cambio que él deseaba.

La reacción del general Franco fue inmediata. Desterró al general duque de Orleáns a la finca que poseía en Cádiz y envió dos emisarios, los católicos Martín Artajo y Joaquín Ruiz Giménez, a que comunicaran a don Juan de Borbón el total apoyo del Ejército, de la Iglesia, del partido único FET y de las JONS y de la mayoría de los monárquicos al régimen franquista. El 20 de marzo Franco convocó el Consejo Superior del Ejército que reunido tres días rechazó la petición del general Kindelán de que se restaurara la monarquía —“Mientras yo viva nunca seré una reina madre”, dijo Franco, según el historiador Preston.

Dado que los americanos habían aceptado al Régimen y colocado bases militares dirigidas a un ataque a la URSS en plena Guerra Fría, en Europa se amenguó el antifranquismo. Y don Juan cambió de nuevo de táctica. El 25 de agosto de 1948 se entrevistó con el generalísimo en su yate Azor anclado en el golfo de Vizcaya acudiendo a dicha entrevista a bordo del balandro Saltillo. Resultado del acuerdo fue que el hijo de don Juan de Borbón, Juan Carlos de Borbón, se educaría en España bajo la tutela del general Franco —el 7 de noviembre el príncipe, de diez años de edad, llegaba a España—. Juan Carlos había nacido en Roma el 5 de enero de 1938 y fue bautizado por el cardenal secretario de Estado de la Santa Sede, monseñor Eugenio Pacelli, que más tarde sería papa con el nombre de Pio XII.

Presionado por Franco y los monárquicos adeptos al caudillo, el pretendiente Juan de Borbón aceptó a regañadientes las condiciones franquistas y, así, el 9 de noviembre de 1948, a los diez años de edad, Juan Carlos viajó desde Estoril hasta la estación de Villaverde en el tren Lusitania acompañado de sus nuevos preceptores, un sacerdote y un guardia civil. Era la primera vez que pisaba territorio español.

Pasado el verano de 1949, el deterioro de las relaciones entre Franco y don Juan hicieron que este decidiera que su hijo no volviera de momento a España. Pasó un año y Juan Carlos regresó en otoño de 1950. Hizo bachillerato y luego estudiaría en la Academia Militar de de Zaragoza, tutelado por Alfonso Armada, que sería su mentor y que cobraría fama años más tarde en el golpe frustrado de Tejero del 13 F.

¿Accidente mortal por regalo de Franco?

En marzo de 1956 la familia Borbón estaba reunida en Estoril celebrando la Semana Santa. El día 29, festividad de Jueves Santo, la familia al completo asistió a los oficios religiosos y después se retiró a su residencia familiar. Juan Carlos, que ya había cumplido 18 años, y su hermano Alfonso, cuatro años menor que él, subieron al cuarto de juegos esperando la hora de cenar; querían seguir probando un pequeño revólver, un Long Automatic Star del calibre 22, que les habían regalado unos días antes (algunas versiones dicen que el regalo habría sido de Francisco Franco) y que, en contra de la voluntad expresa de su padre, los jovenes seguían manipulando en secreto.

Poco después de las ocho de la tarde se oyó un disparo. Doña Mercedes recordaría así en sus memorias el instante que siguió a la detonación: “Oí a Juanito que bajaba las escaleras diciéndole a la señorita que teníamos entonces: ”¡No, tengo que decírselo yo!“. A mí se me paró la vida”. Don Juan y ella subieron a toda prisa y encontraron a su hijo menor en el suelo, inconsciente y en medio de un charco de sangre: la bala le había alcanzado la cabeza. Don Juan trató de taponarle las heridas, pero fue inútil. Entonces, tomó la bandera de España que presidía el salón y, tras cubrir el cuerpo de su hijo muerto, se volvió hacia Juan Carlos increpándole: “Júrame que no lo has hecho a propósito”.

Al día siguiente, 30 de marzo, la embajada española en Lisboa publicó, por orden expresa de Franco, un comunicado oficial: “Mientras su Alteza el Infante Alfonso limpiaba un revólver aquella noche con su hermano, se disparó un tiro que le alcanzó la frente y le mató en pocos minutos. El accidente se produjo a las 20.30, después de que el Infante volviera del servicio religioso del Jueves Santo, en el transcurso del cual había recibido la santa comunión”.

Toda la prensa se hizo eco de la versión oficial. El diario Arriba titulaba: “Al disparársele una pistola, muere el infante don Alfonso de Borbón”. Esta versión fue rebatida enseguida por una publicación italiana, que aseguraba que en realidad había sido Juan Carlos quien empuñaba el arma en el momento del disparo. La evidencia avala esta segunda versión, que en ningún momento fue negada por la familia, según el historiador Preston en su biografía sobre el joven Juan Carlos.

El 12 de julio de 1969, Franco comunicó a Juan Carlos su decisión de nombrarle sucesor. También hizo llegar a Juan de Borbón una sucinta carta en la que le informaba de sus intenciones; el texto rezaba así: “Mi querido Infante: en cumplimiento del articulo sexto de la ley de Sucesión, tomo la decisión de proponer a las Cortes mi sucesor en la jefatura del Estado en favor de vuestro hijo don Juan Carlos. Quiero comunicaros y expresaros mis sentimientos por la desilusión que pueda causaros y mi confianza de que sabréis aceptarlo con la grandeza de ánimo heredada de vuestro augusto padre, don Alfonso XIII”. Según el periodista Luis María Ansón, testigo presencial de la escena, el infante pretendiente Don Juan, al leerlo, exclamó airado: “¡Qué cabrón!”.

Finalmente, según su propia Ley de Sucesión de 1947, el caudillo Franco en julio de 1969 designó a Juan Carlos como sucesor a título de rey, nombramiento ratificado por las Cortes franquistas el 22 de julio de 1969. Ante la Cámara, el joven príncipe juró guardar y hacer guardar las Leyes Fundamentales del Reino y los principios del Movimiento Nacional, es decir, el ideario franquista. En cualquier caso, su padre Don Juan, conde de Barcelona, no renunciaría oficialmente a sus derechos sucesorios hasta 1977.

Durante las enfermedades terminales de Franco, Juan Carlos asumió interinamente la Jefatura del Estado, cosa que la mujer de Franco y su familia aprovecharon para robar tesoros artísticos nacionales y enviarlos a Filipinas y al extranjero para su beneficio propio.

Muerto Franco, el 22 de noviembre 1975 don Juan Carlos de Borbón inició su reinado apoyado en las Cortes franquistas. Su padre, don Juan de Borbón, legítimo heredero de la Corona según la genealogía monárquica, calificó la ley de Sucesión por la que se coronaba a su hijo como “engendro monstruoso” y no renunció a sus derechos dinásticos hasta 1977. Aquella Ley de Sucesión pesó gravemente entonces sobre nuestros destinos. Y pesó sobre la Transición que yo no considero terminada del todo a la Democracia.

Hoy, el año 2023, con conflictos de guerra a las puertas de Europa y peligros ecológicos, el pasado y la memoria histórica se olvidan o ignoran con facilidad, pero tienen un peso que dificulta el avance por senderos pacíficos y civilizados.Y eso a pesar de que la princesa Leonor esté varada en la Constitución y en el arco parlamentario se haya renunciado a los sueños.

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