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Reagan llega a la Moncloa

Juan García Luján / Juan García Luján

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Tras una dura campaña contra la imagen de los controladores, destacando sus sueldazos y pintándolos como aristócratas que heredaron el puesto de trabajo, el ministerio aprobó el 5 de febrero un decreto que cambia las condiciones laborales de forma extrema. Gracias al decreto el gobierno podrá contratar a controladores aéreos de cualquier país europeo y se ahorrará mucho dinero en el pago de horas extras porque la jornada laboral aumenta de 1200 horas a 1750 horas anuales. Por poner las cositas en su sitio: el ministro José Blanco se cargó de un plumazo las condiciones laborales recogidas en un convenio firmado entre los controladores aéreos y el gobierno de José María Aznar.

Me parece bien que el gobierno quiera ahorrar costes de personal y que lo haga con los trabajadores que más cobran. Lo que entra en el terreno de lo peligroso es que esos costes puedan reducirse a costa de la seguridad aérea. El portavoz del sindicato de los controladores en Canarias, Fernando Torrent, nos contaba este martes en El Correíllo que el decretazo de febrero no sólo modifica el sueldo, sino también las condiciones laborales. Entre esos cambios está el considerar como día libre el descanso de un controlador aéreo que trabaja de 10 de la noche a 8 de la mañana. Estamos hablando del control de los aviones, de las vidas de pasajeros, en todos los trabajos de seguridad los turnos de noche requieren un doble descanso.

Otros datos que aportan desde el sindicato es que este año hay menos personal mientras que ha aumentado el tráfico aéreo en un 10 por ciento. El ministerio de Fomento debería de contarnos si hay menos controladores aéreos por aviones. También debería explicar por qué no se aumenta el personal si están construyendo nuevas pistas de aeropuertos y se está recuperando el tráfico aéreo. El anuncio de José Blanco de la utilización de militares en las torres de control españolas no es una idea original. En 1981 los controladores aéreos de Estados Unidos convocaron una huelga. El presidente Ronald Reagan les dio un ultimátum para que se incorporaran a sus puestos de trabajo, los controladores mantuvieron el paro y Reagan despidió a más de 11 mil trabajadores y puso al ejército a dirigir el tráfico aéreo.

No me hace ninguna gracia esta medida que Blanco anunció en una emisora de radio y Paulino Rivero aplaudió con las orejas. Zapatero a tus zapatos y los militares que se queden en los cuarteles hasta la próxima guerra o invasión militar. No sabemos si José Blanco quiere pasar a la historia como el hombre de hierro que sometió a los controladores aéreos, pero está haciendo muchos méritos para ello. Hacer política a partir de las caricaturas, de la manipulación de los datos, es lo más fácil que hay. Si los controladores están realizando bajas fraudulentas que tomen medidas disciplinarias contra ellos y los echen si vuelven a reincidir. Si hace falta más personal, que convoquen las plazas.

Pero esta resurrección de Ronald Reagan en el Palacio de la Moncloa tiene todo el olor, color y sabor a neoliberalismo rancio, a política laboral de thatcheriana. Aunque todos hayamos sufrido los retrasos en los aeropuertos y algunas huelgas de celo de pilotos o controladores, si ahora le reimos la gracia a José Blanco en su intento de militarizar un conflicto mañana el gobierno podría utilizar a los soldados para boicotear una huelga de enfermeros. En el año 2002 Felipe González justificó el golpe de Estado contra el presidente de Venezuela. Cuando todavía Hugo Chávez estaba secuestrado por los militares, González acusó al presidente venezolano de ser un golpista “pues por los votos o por las botas es un autoritario que liquida las libertades”. Meter a los militares en los aeropuertos, en las torres de control, nos acerca a unos tiempos que creíamos superados.

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