Espacio de opinión de Canarias Ahora
Reflexiones sobre el negocio turístico por Miguel Curbelo Navarro
Este negocio, fantástico para nosotros, resulta que en realidad es de otros, es de los mercados emisores de turistas, que no pasan de 16, a los que prestamos los servicios que nos demandan y que lejos, muy lejos, donde están radicados, adoptan todas las decisiones, sin necesidad de contar con nosotros, aunque queramos creer que si y de las que, en gran medida, depende la subsistencia de las Islas.
En estos tiempos existen muchos motivos para viajar, o sea, muchos tipos de turismo, tales como de vacaciones y descanso, de visita a familiares y amigos, para conocer sitios nuevos con sus paisajes e historia, de salud, de trabajo, lúdico, de compras, de asistencia y/o participación en espectáculos deportivos, culturales, sociales, de grupos (gays p.e.), de larga estancia, etc., etc.
El tipo elegido por los emisores de turismo en origen, para Canarias, hasta ahora y en inmensa mayoría, es el llamado moderno, social o de masas, en vuelos directos, charter o de bajo coste, en series periódicas, en paquetes programados y promocionados que por suerte y por el magnífico clima de las islas, a diferencia de casi todos los demás destinos turísticos, operan todo el año. Es esencialmente barato, con los servicios imprescindibles como transporte, cama, sol y playa, todos vendidos en origen. Y no hay más. Con este tipo de turismo no se puede especular con ofertas de otros servicios que no se demandan, por buenos que sean, ni con turistas de alto nivel que, generalmente, no viajan en vuelos baratos aunque de hecho lo tienen que hacer porque no hay vuelos internacionales directos con Canarias en líneas aéreas regulares y además, dichos turistas de alto nivel no se quieren mezclar con los demás en hoteles que, aunque sean de lujo, actualmente se tienen que vender, por motivo de ocupación, a bajo precio lo que resiente la calidad del servicio que prestan.
El turismo de masas en Canarias fue surgiendo sin que los canarios nos percatáramos. Se expandió con rapidez a causa de que:
1.- Canarias estaba en la distancia apropiada para la máxima rentabilidad de aviones que no tenían autonomía para cruzar el “charco”.
2.- El Archipiélago era en aquellos tiempos, con diferencia, el destino más barato.
3.- El clima de las islas es bueno todo el año.
4.- Canarias, para los europeos, tenía un toque de exotismo no exagerado.
Hoy, prácticamente, ha desaparecido todo menos la bondad del clima.
Hasta ahora, el turismo en Canarias ha sido el reino de los tour operadores, nuestros amigos y protectores (aunque para muchos, nuestros enemigos). Ellos han traído a los turistas que han hecho prosperar notablemente a las islas, manteniendo viva la economía si bien siempre sujeto a la ley de la oferta y la demanda y a los precios propios del turismo barato, con servicios mínimos e indispensables.
Ahora, ha irrumpido en el negocio turístico Internet, Turismo en red, vía varios agentes estructurales de la distribución del mercado entre los que, también, como uno más, están los tour operadores, con un sistema basado en sus intereses comerciales y encorsetado en sus catálogos. Se han especializado en tipologías más pequeñas, una especie de turismo de segmentos. El cambio estructural radica en la red distribuidora que subyace. Todos los segmentos están conectados. La demanda individual (personas) forma parte de la propia oferta. Una plataforma horizontal, donde la oferta y la demanda en unidades lo más mínimas posibles se relaciona (de forma distribuida) entre si, en abundancia. Los intermediarios, incluidas las agencias de viajes, llamados brokers del conocimiento, aportan valor en esa abundancia. La demanda son personas y el mercado es un flujo. En concreto, más oferta y diversificada y más demanda diversificada. Se dice que, en la actualidad, el turismo en red sobrepasa el 30% de cuota de mercado.
Mientras tanto, después de cincuenta años extraordinarios, pese a algunos altibajos, ahora resulta que se ha entrado en crisis. Una gran crisis general, globalizada, mundial y que afecta profundamente al turismo en Canarias que, como casi todas las crisis, y ha habido unas cuentas a lo largo de estos años, es exógena, en origen y por motivos económicos como se ha podido comprobar. Recientemente se ha sufrido otra crisis, inesperada, provocada por las cenizas volcánicas procedentes de Islandia, que ha puesto al descubierto otras miserias, como las de las reservas por Internet y de los vuelos de “bajo coste”, sin ninguna responsabilidad en casos de fuerza mayor, por lo que los turistas en plaza se han encontrado desatendidos por todos. Pero la verdad es que ya había crisis desde bastante antes de esta “gran” crisis que, en este caso es endógena, o sea propia de Canarias y que no se había manifestado pese a las quejas de los turistas, muchas y variadas, tales como la masificación, la excesiva comercialización, el deterioro medioambiental y de la planta alojativa, los precios abusivos, el personal poco amable y poco cualificado, la falta de limpieza, los asediadores callejeros, la escasez de muestras de tipismo y costumbres locales, los problemas en aeropuertos, la inseguridad ciudadana, los ruidos molestos, etc., etc., a pesar de ello seguía siendo el turismo en Canarias el más repetitivo del mundo. Aunque ya se sabe que el turismo no se acaba, pues desde que empezó el de masas, ha ido siempre in crescendo y viajar es tan necesario como, por ejemplo, tener una televisión, si la situación económica es mala, como último remedio el turismo se hace “por casa”. Los destinos cambian y hasta desaparecen. Desde el año 2000, el negocio turístico a nivel mundial ha crecido el 25%, a nivel grancanario ha decrecido el 25%.
Ahora es distinto, a las quejas antedichas se añade, primordialmente, la obsolescencia de la planta alojativa y negocios complementarios y el encarecimiento del producto turístico. Gran Canaria, pionera en el negocio turístico, está muy afectada, especialmente con respecto al resto de los destinos turísticos canarios y aunque todos ofrecen lo mismo, por defecto de buena gestión, ha sido sobrepasada por Tenerife, muy en particular en turismos británico y español, que son los principales y también, aunque no tanto, por el alemán e irlandés, que les siguen en importancia. Igualmente Lanzarote supera a Gran Canaria en turismo británico e irlandés y Fuerteventura lo ha hecho, ultimamente, con el alemán. Sin comentarios, en relación con los nuevos mercados emergentes, potencialmente muy importantes como son Rusia y Polonia, acaparados por Tenerife, también por eficaz gestión. Esta isla, con un millón de turistas más al año, un 40% que significa diez millones de ocupaciones más y veinte millones de comidas más, etc., etc. se puede decir sin ninguna duda que va camino de convertirse en el “motor” económico del Archipiélago, si no lo es ya. En realidad, ninguna de las promociones turísticas de las islas es la apropiada, pero, la específica de Tenerife puede que sea la mejor, porque ofreciendo lo mismo, obtiene superiores resultados. La lleva a cabo el Cabildo de Tenerife, con la colaboración de los industriales turísticos de la isla. La de Gran Canaria la hace el Cabildo sin colaboradores y por los resultados que se aprecian, sin una gestión realmente efectiva. La promoción turística de la Consejería de Turismo del Gobierno Autónomo, generalizada para todas las islas, es un suponer, está muy condicionada por la escasez de su presupuesto que viene siendo el 0.5% del total.
Si se decidiera llevar a cabo la política necesaria para corregir la situación y se lograse invertir el ritmo de crecimiento turístico, estimo que, Gran Canaria tardaría en alcanzar el nivel de Tenerife, por lo menos, veinte años.
De la crisis turística provocada por la actual “gran” crisis mundial Canarias saldrá cuando salgan los países emisores de turismo pero, de la otra crisis, que ya dura unos años y que no es tan exógena e inevitable, solo se logrará cuando sean resueltos los problemas muy graves que se padecen en la actualidad y? quede claro que en ello va la “buena vida” de los canarios.
Se corresponden, principalmente con el descenso de la llegada de turistas:
1.- El encarecimiento del producto provocado por el enriquecimiento del país y la entrada en el euro, con la mano de obra y los servicios más caros que la competencia en el negocio turístico, que un turismo de masas no puede soportar. En estos momentos todos los establecimientos alojativos están vendiendo a precios por debajo de su nivel, con el consiguiente menoscabo en los servicios que prestan. Los de categoría más baja se pueden quedar fuera del mercado y tendrían que cerrar. Hay algunos que venden por debajo del coste para atender al pago de personal, Seguridad Social, impuestos, etc. Esto produce una descapitalización que puede llegar a total. Gravísimo, teniendo en cuenta que los servicios alojativos son, con mucho, lo más importante y necesario del turismo receptivo.
2.- El deterioro y obsolescencia de la planta alojativa turística, da como resultado el que zonas importantes sean invadidas por residentes baratos que, pueden terminar con ellas. (Lo dicho sucede con el 30% de la zona de apartamentos y bungalows de Playa del Inglés). Los centros comerciales, bastante abandonados y sin el uso apropiado, pueden quedar “fuera de juego”. Con hoteles ajados y en decadencia y edificios extra-hoteleros deteriorados por falta de atención y mantenimiento durante años, las más de las veces consecuencia de una explotación no profesional y mezquina, ahora piden ayuda. Parece que los años de las “vacas gordas” de los alojativos tienden a acabarse. En las circunstancias actuales seguirán, tal vez, malviviendo, porque las camas son imprescindibles en el negocio mientras éste no se acabe.
3.- La falta de oferta alternativa y complementaria con nuevos y atractivos servicios y su puesta en el mercado con la promoción adecuada. Ahora, en compensación por la rebaja de precios hoteleros, es preciso ampliar la oferta de servicios, diversificándola, para animar al turista a venir y tratar de aumentar el gasto en destino que, en la actualidad y sin el alojativo, equivale al 35% del precio del paquete.
La promoción turística verdaderamente válida es la que hacen los emisores de turismo que es directa a la venta pero generalizada para todos los destinos y básica, o sea, de servicios indispensables, quedando fuera los posibles nuevos servicios. Por ello se requiere nuestra participación directa, en origen, para la promoción de los servicios, los de siempre y los nuevos, e incluso en su venta en apoyo de los emisores de turismo.
Contra el encarecimiento del producto pienso que poco se puede hacer, salvo, ensoñando, cambiar de tipo de turismo, tratando de conseguir que el que venga sea de alto nivel económico, como muchos reclaman, que, como es sabido, si puede evitarlo no se mezcla con el de masas. En este ideal supuesto, tampoco fino, Gran Canaria pasaría de recibir tres millones de turistas al año a poco más de doscientos cincuenta mil, que no saldrían de los hoteles donde disfrutarían la mayor parte del tiempo del “todo incluido”. En este supuesto caso, aparte de la cantidad de camas que quedarían fuera de mercado, habría un enorme descenso del número de empleados del sector. Por lo menos 2/3 de los cien mil que hay en Gran Canaria.
Contra el deterioro y la obsolescencia parece que se está en ello con la creación del “Consorcio Urbanístico para la Rehabilitación de las zonas Turísticas de San Agustín, Playa del Inglés y Maspalomas”, con recursos importantes pero, con políticos de por medio, lo que podría dilatar los resultados en el tiempo. Sugiero que gran parte de la zona de apartamentos y bungalows hoy en decadencia, pudiera ser dedicada a turismo de larga estancia tal como el turismo de salud y jubilados. Esto podría colocarse en el mercado vía “time share” promovido desde aquí y que, además, tiene la ventaja de que fideliza la clientela. También se debe conseguir que, bien el Cabildo de Gran Canaria o bien los ayuntamientos turísticos, promuevan ordenanza que obligue a los propietarios individuales o comunales a que creen un fondo de reserva, deduciendo un porcentaje adecuado de sus beneficios para el mantenimiento, conservación y mejora de los edificios y su mobiliario y equipamiento, a llevar a cabo anualmente aprovechando el mes de menor ocupación. De no lograrse, tendría que encargarse del asunto la inspección turística del Gobierno Autonómico que obligue a conseguir el perfecto mantenimiento de los establecimientos alojativos.
Algo más en favor de lo que es el negocio turístico, del que una tercera parte de la población de las islas ignora que existe y un gran porcentaje está en contra, es que el turista es el único inmigrante que además de temporal y repetitivo no viene a ocupar un puesto de trabajo sino todo lo contrario, a proporcionarlo y a gastar y consumir los productos de la isla. En Gran Canaria pernoctan alrededor de 75.000 turistas cada día, lo que equivale al 9% de su población.
Después de hechas estas reflexiones y antes de publicarlas me he dado una vuelta por Alemania, principal mercado turístico de Gran Canaria, encontrándome con la sorpresa, que no fue tanta porque ya me lo habían adelantado, que tanto los restaurantes como los supermercados de alimentación eran más baratos que por acá, por lo que me imagino que pronto los grancanarios, invirtiendo los papeles con los alemanes, haremos turismo de masas visitando Alemania.
Al regreso a la isla me entero, por declaraciones en prensa del Consejero de Turismo del Cabildo de Gran Canaria, del éxito turístico de la isla, primera en Canarias, que en el acumulado del primer semestre de 2010, aumentó el turismo en un 2% comparado con el mismo semestre del año anterior, 2009, que fue el peor año que se recuerda. A su vez, este primer semestre de 2009 perdió el 23.70% con respecto al primer semestre del 2008, que tampoco ha sido el mejor de la historia. Aún siendo una ridiculez, algún optimista, junto con el Consejero, podría opinar que la “gran” crisis mundial se bate en retirada, pero para la crisis propiamente nuestra, en todo caso, los que tendrían que opinar son los industriales alojativos los principales sufridores en el negocio.
* Grupo Tamarán
Miguel Curbelo Navarro*
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