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El regreso

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Quise volver al colegio de la infancia. No existe, hace cuarenta años que lo tiraron y construyeron muchos pisos. No se perdió mucho. Aquella capilla ingrata con la Inmaculada (¿o era la de Lourdes?) que me daba tanto miedo (¿o era respeto?). Aquellos curas casi todos malolientes y maldicentes que nos asustaban con las llamas del infierno por un ínfimo mal pensamiento de última hora. Me refugié en la guerra. Siempre la misma (no se confundan): Vietnam, hasta en eso, la guerra, hemos sido sufrientemente colonizados. Jane Fonda en su mejor momento. Otros actores y actrices. Una banda sonora subliminal y sugerente. Los Rolling no podían estar en la playa y Neil Young todavía tocaba con Bufalo muy a su pesar. Salí del cine como si aun hubiera esperanza. “Es una porquería, tramposa,” me dijo Mikel. “Muy machista”, dijo Pilar. Claro, todo se vino abajo. Me vengué después, o antes, con La luna de Bertolucci. El origen de mi castigo estaba en una torturadora sesión de cine-club después de soportar Prima della revoluzione, una de sus primeras películas. A la salida de aquel cine de Paseo de Gracia, junto al drugstore salvador de tantas hecatombes nocturnas, todavía no había visto El último tango en París ni Soñadores, dos de sus obras maestras. Daba igual: La luna era cursi y tediosa.

Volví a la Bonanova y tu casa tampoco estaba allí, o no la encontré. Te escribiré por los medios convencionales para que me respondas en un mes, es más estimulante, aunque eso importe poco a los contemporáneos. Todavía recuerdo a aquel italiano desesperado entrando en el bar, en la misma plaza (¿cómo se decía? ¿el yate? ¿la avenida?) al grito de “Me han robado la máquina”. Recordaba a “Totó”, Antonio Vicenzo Stefano Clemente, incluso parecía serlo actuando en Guardias y ladrones de los Monicelli, pero en 1979 ya había muerto. Los que me acompañaban no volvieron: uno se hizo profesor de filosofía, cómo no, el otro cineasta en Nueva York y ahí sigue, con éxito.

No hicimos ningún viaje juntos, solo a Blanes. De ahí, quizás, que estemos toda la vida regresando al no regreso, buscando capillas, jardines y cines mientras la mayoría se recrea en el odio. Si Vietnam fue nuestra guerra impostada e impuesta, Ucrania y Gaza llevan camino de ser la perdición de los tiempos, ¿es que nadie se da cuenta? No transcurre: tenemos a líderes políticos de toda condición trompeteando el apocalipsis como si fuera un carnaval cualquiera. Espero que tengan espacio y segundos para el arrepentimiento. Pero es que no está de moda pedir la paz, que no luchar, sería un contrasentido militar en el absentismo con la pipa encendida para compartirla. Ya está escrito: ¿dónde está nuestro Bertrand Russell? El alcalde de Madrid se casó en la misma iglesia en la que comulgó por última vez el almirante Carrero Blanco: la embajada de los USA como testigo ¿quiere esto decir algo? No. Solo que algunos edificios permanecen y tu colegio no, estúpido.

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