Espacio de opinión de Canarias Ahora
La resaca del debate
Cuando se rumoreó que Aguilar podía presentarse a las autonómicas opiné que era un error, que interesaba mantenerlo allá; cuando se habló de que encabezaría la lista del Congreso, dije que una vez aquí resultaba feo que se mandara a mudar a la primera de cambio. Todo ello, bonito fuera, desde el respeto a sus decisiones personales sobre idas y marchadas.
Sin embargo, ahora, visto lo visto en la segunda jornada de la sesión parlamentaria (la primera me la fumé porque los discursos de Paulino afectan a mi sensibilidad y me pueden salir granos), ya no sé qué pensar. No, insisto, en el plano personal, pues comprendo que el diputado psocialista quisiera salir del pozo, sino en el político que antes tenía tan claro. Porque si, por un lado, lo consideraba obligado a cumplir en el Parlamento canario, visto lo visto resulta evidente la inutilidad (y el desperdicio) de su presencia ante lo que es y representa ATIcc-PP.
El suspiro de alivio del Gobierno por su marcha se ha oído en San Borondón; no le gusta que le digan la verdad en su cara, sin eufemismos y en tono elevado. Un suspiro torpe porque ha dicho a quienes se quedan en el grupo psocialista que son unos calzonazos sin criterio llevados al mal camino por López Aguilar y los invita a volver al redil y al compadreo de los tiempos de Adán, que es cómo conseguirán alguna calderilla. No niego que pueda ocurrir, pero aguardaré a ver qué pasa porque movidas como las de los últimos ocho meses dejan huella. Y Aguilar sigue al frente del PSC.
El Gobierno quiere escenificar una vuelta a la normalidad. La suya, claro. Paulino trata de retomar la jaqueca estatutaria. Pero no está en las mejores condiciones para reiniciar de nuevo el proceso tras el primer fracaso, con un Parlamento en horas bajas y un Gobierno débil y desacreditado. Además, es impensable que apadrine la obligada reforma electoral si no saca ventaja. Y más improbable aún que se le recorten al Gobierno poderes en beneficio de las autonomías cabildicias en plan de cada uno en su casa y Dios en la de todos. Y sin eso, ya me contarán.
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