“Te preguntarás por qué he venido, Bullseye. ¿Por qué Daredevil, el hombre sin miedo, malgasta una preciosa tarde de otoño en compañía de su peor enemigo? La respuesta es fácil. He venido a jugar contigo. El juego se llama ruleta, pero ésta no es la de los casinos... Se necesita una bala y dos idiotas, nosotros. Los dos idiotas se colocan, por turno, la pistola en la sien y aprietan el gatillo. Con suerte, vives. ¿Tienes suerte, Bullseye?... Es tu turno”.Todo aquello es la consecuencia de los desmanes asesinos de un Bullseye que acabó con la vida de Elektra Natchios, el gran amor de Matt Murdock, alter ego en la vida civil de Daredevil. La misma situación en la que se encuentran los dos personajes no es sino la confirmación de que la violencia termina generando más violencia e irracionalidad. Poco importa lo que uno crea cuando la cara más salvaje del ser humano hace su aparición de entre las sombras. “ me pregunto, una y otra vez... ¿Qué le doy a la gente, persiguiendo y peleando con gentuza? ¿Qué les estoy enseñando? ¿Qué los buenos ganan y que el crimen no compensa?...¿O que cualquier idiota con puños puede ganar, si es lo bastante rápido y fuerte? ¿Combato la violencia o la enseño?”Cierto es que el mundo que se refleja en los cómic difiere bastante del llamado “real”. No obstante, y no es menos cierto, muchas de las dudas que expresa el personaje en este número muy bien se podrían extrapolar a cualquiera de las sociedades humanas contemporáneas, gobernadas, en muchos casos, por individuos que ignoran cualquier tipo de ética y moral, salvo la que beneficia a sus propios intereses. Piensen, sin ir más lejos, la situación que viven las Islas, en la actualidad, cercana a la que tantas y tantas veces han reflejado los western cinematográficos. En aquellas películas, siempre aparece un corrupto y oscuro personaje, el cual gusta de atesorar todo el poder que le es posible. Después está su camarilla de amigos, conocidos, parásitos varios y aprovechados, los cuales entonan cantos celestiales para lograr sacar el mayor beneficio a la situación. En sus podridas mentes no hay sitio para conceptos como libertad, justicia, verdad y honradez. Lo que importa son ellos, sus intereses particulares y el bien de su cohorte de parásitos. La política insular parece haber tomado recorte de aquellos relatos fronterizos, sobre todo en lo peor. Encima, y por extremo que parezca, al común de los mortales –aquel que no tiene coche oficial, dietas y prebendas- ni siquiera le queda la salida de probar suerte con su revolver, sabedor de que, en el peor de los casos, lograría una muerte rápida en vez de una lenta agonía. No me interpreten mal, no estoy a favor de las armas ni de la violencia gratuita. Para eso están los lugares en los que el uso partidista de una norma permite que un ciudadano entre disparando en un instituto, una hamburguesería o en una universidad. Lo que digo es que la pátina de civilización que hemos logrado, tras siglos de guerras intestinas, está terminando por favorecer a quienes gustan de torcer las leyes a su antojo y conveniencia. La verdad es que no me imagino a ninguno de los cargos electos que ahora mismo tienen problemas con la justicia protagonizando un duelo a las doce de la mañana en los jardines del Parlamento de Canarias. Y no lo hago porque tengo claro que para ello, los mentados cargos deberían ser mucho más valientes de lo que están demostrando ser –escondidos tras su condición de aforados, cargos electos y todo lo que ellos quieran argumentar-. Está claro que No todos eran valientes, parafraseando el título de una película. Sin embargo, lo peor de todo es la sensación, por lo menos la que yo tengo, de que muchos de los políticos de la actualidad se están divirtiendo con el mismo juego con el que Daredevil está torturando a Bullseye, mientras éste está indefenso en la cama del hospital. Sonará muy sádico, pero con las declaraciones que, una y otra vez, lanzan a los cuatro vientos, uno siente como si le pusieran una pistola en la sien y quisieran acabar, de una manera radical con cualquier signo de inteligencia, ética, moral y sensibilidad. Ahora, resulta que conceptos como libertad, moral, lealtad y honor son sólo el patrimonio de unos señores que, con la misma ligereza que pronuncian dichas palabras, deben hacer frente a graves acusaciones que enrojecerían al más sensato de los seres humanos. Decir que la corrupción fortalece una determinada ideología política es lo mismo que jugar a la ruleta que da nombre a esta columna, pero con el agravante de que hay que colocar más de una bala en el tambor del revolver. Y si esto es así, ¿dónde está la línea que separa lo legal de lo ilegal? ¿Lo ético de lo que no lo es? ¿El bien común del bien particular y partidista? ¿Es que ahora sólo interesa ser un borrego, admirador del Gran Hermano de turno, y renunciar a cualquier atisbo de sensatez, cordura y buen hacer? ¿Acaso ellos, los supuestos defensores de nuestros intereses, son los únicos capaces de velar por nuestro futuro o más bien son una nueva versión de la cueva de Alí Babá, con más de cuarenta ladrones?Puede que, al final todos seamos iguales y deseemos aquello que no tenemos y anhelamos –una vida fácil, con mucha ganancia y pocos problemas- tal y como sentencia Daradevil: “Y así son las cosas, Bullseye... Cuando peleo contigo y sé que estoy haciendo lo correcto...Cuando veo que eres sucio y perverso, que no mereces vivir...Cuando huelo tu miedo y me sabe a gloria...Cuando tengo la oportunidad de acabar contigo...¡kril!...Mi pistola no tiene balas. Bullseye, somos las dos caras de la misma moneda”. Sea como fuere, las cosas no pintan nada bien y no sé qué pensar del futuro que se nos avecina. Eso sólo el tiempo lo dirá. Eduardo Serradilla Sanchis