Espacio de opinión de Canarias Ahora
El secuestro
La medida fue, pues, una estupidez se supone que impremeditada y, desde luego, absolutamente contraproducente. En un sistema de libertades, es el comprador de una determinada publicación quien debe calificar su contenido. Si la viñeta en cuestión es delictiva, está claro que en los medios de comunicación de este país se cometen cotidianamente muchísimos más delitos y, por lo general, bastante más graves. Al juez del Olmo y al señor Conde-Pumpido habría que decirles que esas cosas, aquí, ya no se hacen, que están feas y que, con su sorprendente actuación, han hecho retroceder varias décadas a la Justicia y se han acercado peligrosamente a la boca de la lúgubre caverna de la censura. De todos modos, en lo que concierne a la caricatura en sí, no parece ofensiva, sino perfectamente acorde con la realidad. Parece claro, desde un punto de vista objetivo, que la única obligación personal y el único cometido laboral de un príncipe es el de procurar engendrar críos que garanticen la supervivencia y el futuro de la institución monárquica. No es un curro como para deslomarse, ciertamente, aunque ahora, en efecto y como señalaba el dibujante de El Jueves, se pague el éxito en ese empeño con 2.500 euros. Otra de las posibilidades de las que dispone un príncipe emprendedor es la de convertirse en rana. Pero, se trata de un experimento peligroso. A lo peor, luego no hay ninguna jovenzuela guapa capaz de besar al batracio para deshacer el prodigio y, más grave aún: somos muchos los gastrónomos que, a la hora de degustar las ancas del bichito, preferimos las de ejemplares silvestres. Aunque habiten en los alrededores de palacio. José H. Chela
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