Otro ejemplo lo tuvimos esta semana en el debate de investidura de Paulino Rivero. El portavoz de su grupo, José Miguel Barragán, se empeñó en llamar al líder socialista “el señor López”, como para confundirlo entre todos los señores López que hay en el universo, que deben ser muchos. Pero Juan Fernando López Aguilar sólo hay uno, como lo ha venido demostrando en cada una de sus intervenciones públicas. En cambio, señores Barragán hay muchos, como lo demuestran el famoso cómico televisivo y el propio portavoz parlamentario nacionalista. Todo queda en casa. López Aguilar tiene mucha más talla política que cualquier otro diputado autonómico y no sólo porque haya sido ministro de Justicia. También Corcuera fue ministro de Interior con Felipe González y eso no es un aval necesario para estar por encima del bien y del mal. Ni siquiera para encaramarse seis escalones por encima de los compañeros de corporación, como hizo Soria, el abanderado de sesenta metros de estulticia. No dejó de ser simpático, siguiendo la vis cómica del señor Barragán, que el portavoz popular acusara al socialista de “arrogancia y soberbia”, precisamente las características más visibles del nuevo vicepresidente del Gobierno canario. Ayer posó con las tres nuevas consejeras del PP, al estilo James Bond, y me partí de risa. Este hombre tiene un afán de protagonismo insaciable. Soria hace una pareja graciosa con Paulino Rivero, aunque paradójicamente los dos no tengan ni puta gracia. Son adustos, secos, hieráticos, un punto iluminados, aunque paradójicamente también oscuros y abstrusos. Hacen una buena pareja al estilo de Tip y Coll sin chistera ni bombín. O como el dúo Sacapuntas, que en paz descanse su mitad. A ver cómo se las arreglan estos dos gallitos en el nuevo corral de pelea. Aunque pretenden disimularlo ante la galería, tienen entre ellos grandes diferencias, y no sólo de talla corporal. El tamaño importa más que unos buenos centímetros. Otro que se lució en el debate de investidura, además del plúmbeo e interminable Paulino, fue el presidente del Parlamento. No cabe duda de que Castro Cordobez debió seguir de consejero regional. El que hasta ahora era el miembro más veterano del Gobierno de Canarias, incluida la junta preautonómica, se ha tirado de cabeza a la piscina. Lo bueno para él es que su cargo no va a estar sujeto a los previsibles vaivenes de la legislatura, pero lo malo es que se le va a ver el plumero. En la consejería estaba más protegido y todo el mundo hablaba bien de él. Ahora, ha bastado un pleno para que todos descubramos sus grandes defectos. Me temo que la presidencia parlamentaria se le va a quedar muy ancha. El parlamento canario no debería ser la pista de payasos del circo Price, pero esta semana algo se le pareció. No creo que en esta legislatura nos vayamos a aburrir. Más bien nos vamos a desternillar de la risa. El que no se consuela es porque no quiere.