El que fue a Sevilla
Cuando la líder de la oposición en la Asamblea de Madrid pidió aparcamiento y televisión gratuitos y Wi-Fi en los hospitales de la Comunidad, una diputada del PP, Mar Nicolás, le contestó que eso era “marxismo sanitario”. Lo que dice mucho de lo que entiende la popular por marxismo.
Estos días, en plena campaña de las elecciones andaluzas, el candidato popular y actual presidente de la Junta de Andalucía, Moreno Bonilla, hizo una promesa electoral calcada a la de la portavoz de Más Madrid, Mónica García.
Hasta ahora los populares madrileños no han contestado al presidente andaluz que lo que propone es marxismo sanitario. En estas cuestiones de servicios sociales básicos la derechona suele sacar siempre el rejo elitista, autoritario y caciquil para descalificar las propuestas de los partidos progresistas.
Es posible que los cargos públicos del trifachito tengan tanto dinero que ellos mismos puedan sufragarse los gastos sanitarios y también otros colaterales que conlleva una hospitalización prolongada.
Siempre me ha parecido ridículo que en los aparcamientos de los hospitales canarios el usuario tenga que pagar el estacionamiento como si fuese a un centro comercial o a un concierto. Las autoridades que van en coches oficiales no parecen entender que estos pagos añadidos que hacen los familiares de los enfermos es un suplicio más dentro de su agonía.
Los políticos de todo signo suelen estar muy alejados de la realidad de la calle porque apenas la pisan, excepto cuando van a comer a un restaurante de lujo o se montan en su coche blindado. Es verdad que unos políticos son más proclives a seguir con sus privilegios que otros pero desgraciadamente incluso los de izquierda suelen acomodarse rápidamente a la poltrona y al despacho enmoquetado.
Sabemos que los diputados y otros cargos públicos cobran buenos sueldos y además se embolsan otras cantidades adicionales por asistir a comisiones o simplemente por cruzar el charco. Tienen billetes gratis en aviones y también les pagan los taxis y sus viviendas siempre que no tengan casa en el lugar donde está el Parlamento. Así y todo sabemos que hay políticos que tienen casa en Madrid o en las ciudades donde se encuentran los parlamentos autonómicos y que cobran de manera obscena cantidades importantes que se añaden a sus ingresos.
Esta semana se ha conocido que el Parlamento de Canarias va a comprar nuevos sillones a los diputados regionales para que estén más cómodos en las sesiones que tienen de vez en cuando. Cada sillón costará más de 1.200 euros y finalmente ese cambio de look mobiliario ascenderá a más de 100.000 euros que apoquinarán las arcas públicas de Canarias.
La justificación de los responsables de este dislate es que sus señorías pasan muchas horas sentadas en el hemiciclo y necesitan tener asientos cómodos. Resulta que estos parlamentarios asisten cada mes a unas pocas sesiones pero parece que precisan de buenos butacones para escuchar los discursos desde la tribuna.
Apena aún más que esta decisión del Parlamento de Canarias se haga cuando existe una mayoría progresista en la cámara. Los únicos que han protestado son los diputados de Podemos porque consideran que se trata de un gasto superfluo e innecesario.
Los diputados deberían saber que hay muchos paisanos que trabajan muchas más horas que ellos sentados en una silla de mierda totalmente desvencijada. El problema de los políticos es que se creen que están por encima de los demás y no han reflexionado mucho acerca de que ellos son empleados nuestros y no al contrario. Unos empleados muy singulares que se permiten el lujo de subirse el sueldo y de comprarse teléfonos móviles, tablets y hasta ordenadores que les pagamos todos nosotros con nuestros impuestos.
Como tenían poco con lo que ya disfrutaban ahora, los señoritos quieren cambiarse de sillón. El que se fue a Sevilla perdió su silla pero el que se quedó en Tenerife ganó un buen butacón. Espero que no sea tan cómodo como para poder dormir la siesta durante esas soporíferas sesiones vespertinas.
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