Espacio de opinión de Canarias Ahora
Soria y su estrategia
Es esto lo que barrunto porque veo al PP tratando de zarandear a Paulino de forma harto desvergonzada después de tantas décadas de silencio en las que fueron cómplices de no pocas trastadas, bien prestando a CC su apoyo, bien ocupando consejerías. No es, insisto, que niegue las zancadillas a Gran Canaria y a su capital sino que el PP viene a tirar de ellas cuando le conviene a Soria darle unos soplidos al pleito insular. Para reanimarlo y que el PP pase por defensor de Gran Canaria en cuestiones menudas que no importunen, eso sí, a la banda tinerfeñista del partido. De paso, quiere que el ruido deje en segundo plano la serie de putadas a Canarias que lleva ya Soria desde que es ministro. Todo un récord, sí señor. Lo malo para él es que no somos tontos; aunque no compremos en el establecimiento ese.
Viene lo que digo a cuenta de la carta de Cardona a Paulino protestando por las últimas faenas presupuestarias. Salvo el apoyo de algunas asociaciones de comerciantes, nadie parece haberse tragado algo tan burdo. Quien más, quien menos, adivina la intención última de tanto ver repetido el truco. Los grupos de la oposición municipal dicen estar de acuerdo con los motivos de queja, pero no se privan de llamar al alcalde de Las Palmas caradura y oportunista, subrayando que los mismos recortes que reprocha a Paulino los aplica él en la ciudad que alcaldea. Cosas que pasan dentro de la campana de cristal.
La sospecha de que detrás anda Soria la alimenta el que se vea por todas partes su estilo. Es un sujeto predecible por la linealidad de sus venganzas. Y la refuerza Bravo de Laguna, que también ha roto el tradicional silencio pepero ante los manejos del Gobierno. Lo ocurrido alrededor de Fitur no ha sido sino la repetición de una larga serie de faenas de las que nada dijeron cuando Soria y CC ATIcc comían del mismo plato. Aquí cabe recordar a Bravo como uno de los principales responsables del reparto estatutario de poder autonómico, origen de estos problemas y de otros mayores que se soslayan. Bravo era, cuando se negociaba el Estatuto, hombre destacado en UCD. Su experiencia y mentalidad era de alto funcionario del Gobierno central y me da que por eso no midió bien el alcance del régimen autonómico y no reparó en el peso fundamental del Parlamento para nuclear el nuevo poder que surgiría del invento. Una visión centralista la suya que le llevó a pensar que la pieza importante de la nueva organización del Estado sería la Delegación del Gobierno (del central, precisamente), que el delegado sería como un gobernador civil para todas las islas. Fueron incapaces, él y los otros padres del engendro, de encontrar fórmulas de mayor equilibrio que, cada vez lo tengo más claro, solo pueden concebirse a partir de los cabildos. Bravo preside uno desde el que avanzar en esa dirección que haga de las corporaciones insulares los auténticos gobiernos de cada una de sus islas en lugar de entretenerse con pequeñas denuncias para consumo de la parroquia. Es posible que no lo tenga claro, pero también que no se atreva no vaya a ser que ayude a adelgazar tanto las competencias y funciones del Gobierno autónomo y que no pueda disfrutarlas a plenitud el macho Soria, si consigue su propósito de gobernar Canarias.
Así es si así les parece.
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