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Tenerife 2020

Juan Jesús Bermúdez / Juan Jesús Bermúdez

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Este ritmo de consumo ha venido acompañado de la gran explosión, igualmente, del parque residencial, el número de turistas o, en el final de la cadena, de la vertiginosa generación de residuos (casi se ha duplicado su volumen en el periodo 1996-2007). Toda esta actividad económica ha permitido que la población activa de la Isla sea hoy un 128% mayor que hace dos décadas, a través de la generación de más de 200.000 nuevos puestos de trabajo en ese periodo.

Estos crecimientos exponenciales que, como hemos dicho, implican “aceleración” del modelo económico, exigen por su propia configuración cada vez más velocidad para mantener el modelo que los sustenta.

Así, para mantener el ritmo de crecimiento económico de los últimos lustros, Tenerife en el año 2020 debería consumir 3.104.667 toneladas de productos petrolíferos para su mercado interior, un 100% más que en la actualidad; deberíamos tener en la isla 1.360.000 vehículos, más del doble de la cifra actual; y con un volumen de empleo generado un 80% mayor, con más de 600.000 trabajadores, frente a los 369.000 actuales.

Parece que en algún momento se truncará, sin embargo, esa tendencia de aceleración creciente. Parece, de hecho, que ese freno está ya produciéndose, y que entramos en otra fase de la historia insular, que ha tenido como guinda la mayor expansión de suelo urbanizado que cualquier cronista local pudiera narrar.

Tenerife 2008 se enfrenta a la crisis financiera que algunos ya comparan con la más turbulenta en décadas; esa crisis del crédito viene de la mano de la cuasi sextuplicación del precio del petróleo en el periodo 2002-2006 (un 30% anual de crecimiento, aproximadamente) y el anunciado fin del crudo fácil. Como quiera que el modelo insular es altamente dependiente de altísimos volúmentes de insumos del exterior, en forma de combustibles, alimentos y productos elaborados de todo tipo, la vulnerabilidad que viene dada por los anteriores factores obligaría a replantear algunos objetivos que persiguen el seguir creciendo. No crecer implica, en nuestro modelo económico de producción y consumo, una crisis general de innombrables consecuencias, especialmente entre los más débiles; es por ello que la inercia que tenemos sea la de mantener al coste que sea esa necesidad de aceleración (crecimientos económicos del 3% anuales, por ejemplo) en la que nos encontramos atrapados. Serge Latouche, coautor de Objetivo Decrecimiento, cuestiona esa inercia por imposible en un Planeta finito. Parece cierto que vamos hacia un decrecimiento más o menos cercano, una vez los costes de la energía (por motivos geológicos y de consumo mundial en aumento) obliguen a ahorrar y a restringir aún más los créditos hacia un futuro sin expansión creciente como aquél en el que creíamos que estábamos viviendo sin tregua.

Se ha dicho que es muy probable que los próximos años sean muy diferentes a los que hemos vivido. El freno del crecimiento que acompañaría al del cenit cercano de la producción mundial de petróleo (sangre de nuestro modelo socioeconómico) nos obligará a replantear el modelo en su conjunto, pudiéndose entrever de forma más o menos clara que aquellos territorios que pretendan mantener más esa aceleración serán los que se enfrenten, diferiendo en el tiempo el afrontar la raiz de la cuestión, a mayores problemas para abordar los límites a la expansión económica que nos ha acompañado en la era de la energía (aún) barata.

Juan Jesús Bermúdez

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