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El tercer enterramiento del Guiniguada

Víctor Macías

Las Palmas de Gran Canaria —

Desde meses atrás hemos venido observando las maniobras entre el Cabildo grancanario y el Ayuntamiento de la capital para que la corporación municipal renuncie a la financiación reservada al convenio para resucitar nuestro barranco fundacional, iniciativa nacida en la década anterior y con la que se pretendía comenzar -que no hacer del todo- a recuperar nuestro otrora río Guiniguada (luego barranco cuando la desforestación salvaje de la Isla acabó con el agua que discurría por su cauce durante todo el año) y actualmente prescindible autopista de muy escaso uso. Este proyecto pretendía recuperar la unión con el mar de los barrios de Vegueta y Triana a la altura de la desembocadura del barranco y el desenterramiento de parte del mismo hasta la altura del actual rectorado de nuestra Universidad.

De los muchos atentados medioambientales perpetrados en la isla de Gran Canaria este fue de los más atroces, siendo realizado por el alcalde franquista José Ramírez Bethencourt y consentido por la sociedad de la época. Como premio a sus méritos pusieron su nombre a la Avenida Marítima, lo que aún hoy nadie ha corregido, lo que también supuso otra gran destrucción realizada por su mano y que sepultó las playas, arrifes y costas originales de la ciudad desde el puerto hasta La Laja, guillotinando cualquier comunicación de la capital y sus ciudadanos con el mar y convirtiendo la actual autopista en una barrera insalvable para disfrutar de él. Estas acciones no sólo supusieron un enorme daño ecológico, sino la desaparición de dos de las principales señas de identidad capitalinas, tanto desde el punto de vista patrimonial como cultural. Sin embargo, en los años noventa del siglo XX comenzaron las iniciativas para su recuperación.El malogrado “Proyecto Guiniguada”, obra del arquitecto Fernández Aceytuno, comenzado en 1997 con financiación de la Unión Europea y que involucró a varias administraciones insulares, perseguía “recrear el paraíso posible” en la parte más urbana del barranco Guiniguada, una zona de alto valor paisajístico, histórico y patrimonial en la que, a pesar de su degradación, pretendía recuperar y aunar los usos rústicos tradicionales con la periferia de la ciudad. En 2002 fue definitivamente abandonado, pero dejó un saldo positivo, consiguiendo que el barranco empezara a dejar de ser un basurero, controlando los vertidos y mejorando parte de las áreas degradadas.

En el año 2006 y bajo el mandato de Pepa Luzardo, se consiguió la desaparición del abominable “scalextric” a la altura del Teatro Pérez Galdós, construcción que en el momento de ser levantada consiguió incluso ocultar la vista del mar desde el mismo Guiniguada.La misma corporación sacó a concurso público un proyecto para la recuperación parcial del barranco.

Dos años después y bajo la siguiente legislatura de Jerónimo Saavedra nació el “Proyecto director para la reurbanización del frente de mar y del barranco Guiniguada entre Vegueta y Triana”, realizado por el prestigioso arquitecto Joan Busquets y su equipo, ganadores del concurso convocado. Este preveía el reencuentro de los dos barrios del casco histórico de la ciudad con el soterramiento del tráfico de la Avenida, la construcción de un gran parque de 20.000 metros cuadrados con palmeras y una plaza que conectaría directamente con el mar, recuperando el espacio para uso ciudadano.

El coste se estimó entonces en 166 millones de euros, aunque se podría ir realizando por fases (por comparación, sólo la vía Tangencial de Telde estaba estimada en 2010 en 170 millones de euros). El Ayuntamiento se comprometió a adelantar 20 millones de euros para garantizar la ejecución, dar un plazo para firmar un convenio de colaboración financiera con el Estado, el Gobierno de Canarias y el Cabildo Insular y solicitar a la Comunidad Autónoma que pagara el 40 por ciento del coste.

Sin embargo, en 2011 Saavedra anunció que renunciaba a la idea por falta de financiación anunciando que los finalmente sólo 10 millones disponibles fueran destinados a los accesos al nuevo palacio de justicia y la construcción de un aparcamiento subterráneo, todo ello pese a que el Cabildo había indicado que tenía su parte de financiación reservada y que esperaría lo que fuera necesario para invertirla en el proyecto. Se volvía a enterrar el Guiniguada sin hacer un verdadero esfuerzo por recuperarlo.

En el mismo año, el recién incorporado alcalde Cardona contactó nuevamente con el arquitecto Joan Busquets para intentar reflotar el proyecto de 2008, pero no hubo ningún avance pese a negociarlo con los responsables de Obras Públicas del Gobierno canario, intentando que destinaran al proyecto de remodelación del Guiniguada los 80 millones de euros inicialmente consignados en el convenio de carreteras a la variante de Bañaderos y cuyas obras estaban paralizadas por los tribunales. Lo único que se consiguió fue que la carretera del centro (GC-110) fuera transferida desde el Gobierno de Canarias al Ayuntamiento para intentar transformarla en una calle urbana y bulevar con la que ir recuperando la conexión entre Vegueta y Triana.

Sin embargo, tras las recientes elecciones en que se prometía que todo cambiaría en el terreno social y de sostenibilidad medioambiental asistimos asombrados al pleno del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que, el pasado 25 de septiembre aprobó, por unanimidad de todos los grupos políticos, destinar los 10,97 millones de euros hasta entonces reservados para el convenio destinado a la recuperación del Barranco Guiniguada, a continuar las obras de la IV fase de la circunvalación hasta Arucas, cuyo coste se estima en, al menos, 200 millones de euros.

De esta forma comprobamos como con los nuevos modos siguen los viejos vicios, asistiendo a otro enterramiento más del barranco Guiniguada. Al sepultamiento de la idea del arquitecto Fernández Aceytuno para la recuperación de lo que décadas atrás nos robaron, con el propósito de recuperar algo de nuestra naturaleza y nuestro mar. El dinero inicial que, bien gestionado, hubiera servido para empezar a trabajar en una primera etapa para la recuperación de nuestro identitario e histórico barranco, será destinado a una circunvalación que, como toda gran obra viaria, supondrá más asfalto, más cemento y más vehículos, por el fomento del uso que del vehículo privado conllevan estas infraestructuras, lo que provocará a su vez un nuevo aumento del tráfico, más contaminación, más consumo de combustibles fósiles y más dependencia energética.

Para nuestra desgracia, hoy el Guiniguada continúa enterrado y el amor por el asfalto del franquista Ramírez Bethencourt más que vivo.

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