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Toros, libertad y estulticia

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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La España centralista, reaccionaria y carpetovetónica ha acusado a los catalanes de querer acabar con la mal llamada fiesta nacional porque huele a la España rancia. No sé por qué llaman fiesta nacional a un espectáculo cruento que no es fiesta y que menos aún es nacional porque no se identifican todos los españoles por igual. Pasa algo parecido a lo de la bandera gigante de Gran Canaria, que más que para unir a los grancanarios ha servido para dividirlos.

La derecha centralista que tilda a los catalanes de independentistas por abolir las corridas de toros no dijo nada de los canarios cuando aquí las suprimimos por ley. Ningún exaltado afirmó que había sido cosa de Cubillo y sus secuaces. Debe ser que los canarios caemos mejor a la reacción mesetaria que los catalanes. El caso pasó más desapercibido, además, por la considerable distancia que nos separa de la metrópoli.

Lo más curioso es que la derecha canaria, el PP de la época, también votó por la abolición y a nadie se le ocurrió, como ahora, hablar del holocausto de las libertades.

Es gracioso escuchar la palabra libertad para defender la cosa taurina. “El que no quiera ir a la plaza, que no vaya”, dicen sus defensores empleando ese argumento pueril. Eso es como decir que se tortura en un sótano porque apetece y el que no le guste que no vaya.

El mismo argumento podría emplearse para abortar pero muchos de los seguidores del toreo consideran que en ese caso las mujeres no pueden ejercer su libertad para interrumpir su embarazo.

Bonita forma tienen estos singulares libertarios de defender la libertad. Lo más curioso es que son muchos de estos reaccionarios los herederos de los aficionados taurinos que nunca levantaron la voz contra la dictadura y que siempre anatemizaron a los que defendían la libertad porque para ellos era libertinaje.

Otros partidarios de la tauromaquia la defienden con el argumento baladí de que es una tradición. Por esa regla de tres también se podría defender la esclavitud, que tiene aún más tradición que los toros.

Lo dicho: me gustan los toros porque son unos animales preciosos. Lo que no me gusta es la tauromaquia.

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