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El volcán se durmió, La Palma sigue ahí

2 de enero de 2023 19:30 h

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Ha pasado un año del final de una erupción volcánica que arrasó una parte muy rica de la isla de La Palma. 

El volcán, que enterró una parte muy importante de la Historia y las vidas de las palmeras y palmeros, también ha hecho aflorar la oportunidad de construir una mejorada Isla Bonita capaz de afrontar desafíos y superar déficits acumulados de forma histórica para convertirla en un lugar, mejor aun, para su gente.

Pensar en el presente y el futuro de La Palma implica pensar en los retos que ya existían antes del volcán y que permanecen con nosotras acabada la erupción. Del mismo modo, implica ajustar la mirada al largo plazo para empezar a orientar las soluciones que permitan construir el mejor futuro que queremos para la isla.

Empecemos por el diagnóstico.

La erupción del volcán Tajogaite provocó un impacto de dimensiones incalculables sobre la isla de La Palma, y sobre las vidas de toda su población. La zona devastada afectó enormemente a sus dos sectores económicos principales: el cultivo del plátano y el turismo. La zona afectada era la zona más rica y desarrollada. Especialmente el municipio de Los Llanos de Aridane. 

A pesar de los esfuerzos, del trabajo voluntario y profesional, de los recursos materiales y económicos invertidos, la gestión de la emergencia no fue capaz de compensar o reaccionar ante las limitaciones y carencias que arrastran los servicios públicos de atención directa a las personas afectadas y del resto del territorio. Ejemplos claros de ello son las deficiencias que se hicieron patentes en servicios como el transporte, la atención a las necesidades educativas especiales de los menores y sus familias, la protección social de aquellos perfiles más vulnerables (menores, personas mayores y otras personas en situación de dependencia, familias monoparentales y sin red de apoyo, etc.), la capacidad de reacción y coordinación de sistemas para la protección de situaciones de especial riesgo (violencia a menores y mujeres), etc.

El volcán dejó también al descubierto la precaria red sanitaria, especialmente en el ámbito de la salud mental, y puso de manifiesto la carencia de personal sanitario en los centros de salud que, en ese momento, debían verse reforzados debido al aumento de pacientes potenciales (con el ejemplo del centro de salud de Fuencaliente, que hubo de atender a los evacuados en el hotel Princess).

La erupción puso de manifiesto, pues, la necesidad de pensar en profundidad en cómo atendemos a nuestra gente y hasta qué punto disponemos de servicios y estructura ágiles y eficientes. Se ha evidenciado que La Palma necesita con urgencia actuaciones sanitarias a nivel preventivo, intervenciones que permitan atender y cuidar la salud mental de las personas en situaciones especiales. Descubrimos que hacen falta acciones de salud comunitaria para el seguimiento de las personas retornadas a sus casas tras finalizar la erupción, que permanecen rodeadas por un paisaje desolador y, en ocasiones, afrontando episodios climatológicos adversos como olas de calor o lluvias torrenciales. 

Descubrimos que los efectos del volcán iban más allá de lo que podíamos siquiera imaginar. Un ejemplo paradigmático fue la destrucción del único horno crematorio funerario de la isla, lo que llevó a las familias de toda la isla a tener que desplazar los restos mortales de familiares y amigos a la Isla de Tenerife para el cumplimiento de las últimas voluntades de las persona fallecidas, con el consecuente coste añadido para la familia, en medio de un panorama doblemente desolador.

Ante la perspectiva de un escenario que superó con creces la capacidad de cualquier institución para ofrecer las respuestas idóneas, es necesario aprovechar la experiencia para pensar ahora cuál es el modelo de isla que queremos. 

La Palma reúne todos los requisitos para ser un lugar en el que sus gentes vivan bien, con oportunidades laborales estables, con alternativas de vivienda, con servicios ágiles y eficaces, con instituciones, en definitiva, a la altura de una población que ha tenido que superar desafíos de una dureza inimaginable.

Es el momento de re-construir de nuevo la isla desde la gestión inteligente y  planificada, superando de una vez por todas la improvisación y los enfoques reactivos. La Palma tiene que proyectarse como comunidad política, social y cultural a largo plazo, con la escucha y la participación activa de la ciudadanía como método y con soluciones que pasen por la visión estratégica y la capacidad de ofrecer respuestas reales y realistas que permitan a la gente apoderarse de sus vidas.

Es el momento de apropiarnos de la fuerza con la que rugió el volcán para rehacer toda la isla en la que vivimos y a la que tanto queremos. Es el momento de reivindicar La Palma como la isla abierta, cercana y habitable con la que soñamos. Y podemos hacerlo, con planes de futuro. Toca dibujar estrategias a medio y largo plazo que pongan en el centro la salud, la recuperación de los proyectos vitales, de las economías individuales y colectivas.

Tenemos que convencernos de que es posible activar nuestra economía más allá del turismo y del cultivo del plátano, y de que estamos en el momento justo para hacerlo.

Hoy se abre la oportunidad de dotar a las instituciones de La Palma de la visión de futuro prometedor que históricamente sus gobernantes le han negado. Hoy podemos impulsar infinidad de oportunidades en el ámbito económico, educativo, cultural, de investigación, tecnológico...  

La tarea va a ser compleja y  vamos a necesitar de toda esa gente que sueña con un futuro mejor para La Palma, y que hoy empieza a ver que es posible construirlo. 

Ahora que el volcán forma parte de nuestro paisaje, dibujemos nosotros nuestro futuro.  Impulsemos una isla que permita a sus gentes repensar y volver a disfrutar de sus proyectos de vida.

Elaboremos un mapeo de lo que necesita nuestra isla: qué tenemos, qué falta y dónde es necesario, qué hemos perdido, que toca volver a construir. Que no sea una obligación viajar a otras islas para satisfacer necesidades básicas. Que nunca más vuelva a colapsar la isla ante una situación imprevista. 

Que los servicios públicos estén descentralizados para atender realmente asumiendo la complejidad de nuestro territorio. 

Generemos oportunidades laborales aprovechando todo nuestro potencial humano, nuestro talento, nuestra capacidad para reinventar. Planteemos una política de vivienda atractiva, asequible y accesible.

Seguimos teniendo tierras en las que trabajar: abrámonos a todos los cultivos que nuestra tierra pueda acoger, impulsando con ello el sector primario orientado a la soberanía alimentaria. Demos ventajas a los jóvenes para que encuentren en La Palma el lugar donde desarrollar sus inquietudes. Acerquemos a la isla la formación, la investigación, las universidades.

Tenemos ideas y capacidad de convertirlas en realidad. Volvamos a pensar la isla juntas a partir de un papel en blanco. Reescribamos a partir de la realidad de nuestra gente. 

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