Aquel apunte estadístico light provocó desazón entre quienes encuentran en su comparación con los pobres gratificantes referentes de su propio bienestar y entre los temerosos de que tan corto censo les redujera el campo de ejercer la caridad para ganar el cielo. El mester de progresía, que traía leídos y subrayados los textos, consideraba ya a la pobreza producto de esa abstracción que llamamos sistema, tesis que se le venía al piso por cuanto trece pobres no son significativos de su intrínseca maldad y no bastaban, desde luego, para una revolución en condiciones.Por entonces, aunque cada vez menos, la pobreza se remitía a los ámbitos de la beneficencia pública, que venía a ser algo así como el paliativo que impidiera irse arriba a los parias de la tierra. Comenzaba, pues, a verse como un problema no sólo de los pobres, sino de la sociedad toda, ya fuera por razones ideológicas, de sensibilidad humana o de puro ornato de la ciudad, que el espectáculo de la indigencia desdice ante el turismo, como en ocasiones han dicho ilustres prebostes.Luego la pobreza se convirtió en “asunto social” y se crearon concejalías y consejerías ad hoc. Y ya sin más preámbulos me voy a Marisa Zamora, consejera de Asuntos Sociales del Gobierno canario, que tuvo la virtud de recordarme la semana pasada a la concejala de los trece pobres. Caritas hizo sus cuentas con un número significativo (y creciente respecto a informes anteriores) de personas en la pobreza o en su umbral. Esta organización suele ser bastante rigurosa y funda sus datos en el día a día, ración a ración de sus comedores, pero la consejera Zamora se negó a aceptarlos como buenos.Dijo la consejera que las cifras de Caritas no pueden ser ciertas porque a la vista de todos está el desarrollo económico de las Islas, el aumento de su riqueza. Lo que quiere decir que no todos, empezando por la propia Zamora, han levantado la alfombra para ver debajo. Al menos la concejala de mi cuento se preocupó de contar.No es la primera vez que se utiliza el aumento de la riqueza para descalificar a quienes denuncian la pobreza. Vale en lo que tiene de propaganda política, pero no que se ignore la elementalidad de que si yo me como dos pollos no puede decirse que usted y yo fuéramos a pollo por cabeza. Da vergüenza tener que recordarlo.La consejera debió, más bien, agradecer a Cáritas una información que, por lo visto, no han recogido los servicios de su consejería para no perturbar la felicidad del paraíso adánico.