Un testigo de excepción que se encuentra con los familiares grancanarios echando una mano para resolver sus dificultades lo contaba anoche lleno de perplejidad: “La gente se cruza contigo en el hall del hotel y te abraza loca de contento, como si le hubiera tocado la Lotería. Y lo que le ha pasado es que han identificado a su hijo o al familiar que ha venido a buscar”. El hotel Auditorium se va vaciando muy lentamente a medida que son identificados los cadáveres (los hay de varias comunidades autónomas y de otros países) y se van organizando los traslados y las honras fúnebres. Llevan allí en Madrid, contra su voluntad, al menos cuatro días, y por mucho que los voluntarios se desvivan por su bienestar, lo peor es no poder enterrar a los suyos. Por eso se abrazan por los pasillos porque van a poder empezar el verdadero duelo. O al menos el duelo que culturalmente todos tenemos asumido.