Ignoramos a estas alturas qué más se puede hacer en Canarias para engrandecer, pulir y dar brillo y esplendor a la rampante corrupción que nos invade. La isla de Lanzarote vuelve a ser el epicentro de un gesto protagonizado por personas y partidos que adoran, como si de un becerro de oro se tratara, ese tipo de comportamientos políticos. Lo de becerro y lo de políticos no tiene segundas intenciones, por mucho que en medio de ese lodazal haya dos hermanos Becerra y otros sujetos que creen que eso, precisamente eso, es hacer política. Además de la corrupción, que volverá a campar a sus anchas en la capital conejera, el gran beneficiado de este siniestro movimiento es el Partido Popular, que colocará, gracias a los votos de dos detenidos por presunta corrupción, a un alcalde que las urnas le niegan sistemáticamente. Cándido Reguera será incluso capaz de dejar el Congreso de los Diputados para ostentar el dudoso honor de tomar el bastón de mando de una capital insular gracias a esta lícita y muy legal moción de censura. Lo que no quita para que sea hedionda, obscena y contraria a cualquier comportamiento ético en la política.