El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
La Audiencia endureció la condena
Efectivamente, sin esperar por las licencias que había solicitado y convencido de que lo que iba a hacer en su finca eran mejoras ambientales y agrícolas, Miguel Ángel Ramírez se metió a reparar muros con piedra natural y a adecentar toda la propiedad, replantando árboles y especies vegetales y mejorando considerablemente la finca, de eso no cabe duda. Al menos bajo sus ojos. No así a los ojos del Seprona y de la ley, que indica a las claras que en parajes protegidos como ese todas esas obras, aún siendo de mejora y embellecimiento, deben estar sujetas a una reglamentación y a unos permisos que tardan lo que tardan si es que alguna vez terminan por llegar. Naturalmente, el presidente de la UD Las Palmas no esperó y sin encomendarse a nada mejor que su propia conciencia de que actuaba convenientemente, inició sus obras y no las paralizó cuando debió ser advertido por la autoridad. Cualquiera que hoy en día acuda a esa finca de La Milagrosa, atravesada por un camino real por el que pasan vecinos de la zona, llega a la conclusión de que está muy cuidada y no atenta contra el paisaje ni contra la naturaleza. Porque si algo llama allí la atención es el orden, la calidad y belleza de lo ejecutado y el cuidado estético del entorno. No lo vio así la Fiscalía, que desde el principio actuó con toda la contundencia del mundo contra estas obras, denunciadas por el Seprona, de la Guardia Civil.
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