Hay que ver cómo es esto de la discontinuidad, la ultraperificidad, la estanqueidad objetiva y la doble insularidad. Alguno de esos alambicados factores ha de ser, sin duda, el culpable del sinuoso peregrinar que parece estar padeciendo el expediente del último concurso de hemodiálisis ensolerado y parido en las bodegas del Servicio Canario de Salud. Solicitado por los socialistas el 11 de noviembre, reclamado por el Parlamento el 19 (¡manda Trillos, don Antonio!), el pasado viernes, día 26, tuvo salida oficial de la Consejería de Sanidad. Por fin, este lunes, 29, diez días después de que se le pidiera formalmente y diecinueve desde que estallara el escándalo público, tuvo apoteósica entrada en la sede de la Cámara autonómica. Sonaron las fanfarrias, redoblaron los tambores ante tamaño acontecimiento: ¡el Gobierno ha enviado el expediente!, repetían a voces por los pasillos y los soportales los ujieres de la casa, henchidos de alegría y de renovada fe en la democracia y en el normal funcionamiento de las instituciones. Pero el gozo se transformó en desdicha al abrir las cajas y comprobar que aquello estaba incompleto.