No estaría mal que prosperara algún tipo de mecanismo político y muy constitucional por el que se pueda resetear una institución para volverla a crear desde cero, borrando sus vicios, sus miserias, sus corrupciones, sus vendetas, sus estupideces y su tendencia al suicidio colectivo. Sólo en Canarias conocemos tres corporaciones que deberían ser inmediatamente reseteadas, el Cabildo de Lanzarote y los ayuntamientos de Arrecife y San Bartolomé de Tirajana. Ya, ya sabemos que hay más casos de cafradas sin tino, pero hay que resetear con cuidado, no vayan a aprovecharse desde el otro extremo. De Lanzarote nada nuevo que añadir a las vergüenzas que se destapan y que demuestran lo podrida que está allí la vida política. Pero ocupémonos hoy de San Bartolomé de Tirajana, el municipio que ha patentado con éxito la flagelación más indeseable y dolorosa que pueda aplicarse un masoquista: infligirse un daño dolorosísimo e irreparable y ni siquiera disfrutar. Salvo que la cara de memos que se les ha quedado a algunos en realidad sea un orgasmo por la última barrabasada, dinamitar el Consorcio para la Rehabilitación Turística del Sur. Perdón, que ahora quieren cambiarle el nombre.