Otro que llevaba bastante tiempo enfadado consigo mismo, pero esta vez sin saberse porqué y dando además cuartos al pregonero, era el brillante orador y soberbio dirigente catalán Josep Borrell, que aspiraba a repetir en el cargo hasta el último momento. Las fuentes consultadas difieren sobre el día en el que Zapatero y José Blanco le confiaron que no seguiría en el cargo, sin decirle nada de su eventual sustituto, pero hay cierto consenso en fijar que esto se produjo hace “tres o cuatro semanas”. Como sería el mal trago de Borrell que salió por peteneras y rompió la disciplina de voto del Grupo Socialista en la votación que tuvo lugar en Estrasburgo sobre la directiva de retorno de los inmigrantes, que tuvo lugar el 18 de junio. López Aguilar ya sabía entonces que el nombramiento era inminente y sólo estaba a la espera de que a su predecesor le encontraran una “salida honrosa”. Esta se produjo cuando a instancias del presidente del Gobierno, Borrell pudo negociar ya con el ministro de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, un puesto en un organismo europeo que seguramente estará ubicado en París, para poder coincidir con Cristina Narbona, nueva embajadora en la OCDE. Y así ambos puedan ser felices y comer fuá de perdices.