En este debate de la población y sus limitaciones hay que tener en cuenta que no debe ser muy mal asunto que europeos con renta alta vivan aquí. No sería otra cosa que un elemento de equilibrio para esos desajustes cíclicos que tanto nos acatarran. Un segmento turístico fiel y cautivo que ya hace bueno el efecto llamada, sí señor, mediante la fórmula de decirle al resto de los europeos que vivir aquí es tan cojonudo que hasta ellos viven aquí. La población se controla de una espiral nefasta que aún no ha acontecido por muchas políticas de variado tipo. Vaya un ejemplo: esos medio residentes-medio turistas de los sures de las Islas ya pagan el doble por el agua de abasto. Pero no hablando de limitar la residencia. Hagamos otro ejercicio, ¿sabe el señor presidente que para una prueba de resonancia están citando a los pacientes para dentro de dos años? Entonces, habrá de crear el señor presidente un comité de sabios que, a lo mejor, le terminan diciendo que ven huecos en el derecho comparado, en la región de El Tirol o en la isla de Mann, para disminuir drásticamente las listas de espera. Pero sólo disminuyendo el número de enfermos, no como Eichman, que no queremos molestar a nadie, es decir, con una ley que limite el número de enfermos que necesitan una resonancia magnética. Y don Adán más tranquilo en el concierto de Navidad. Ahí, con su gorrito.