A José Manuel Soria le pierde un arrebato. Este jueves, en Santa Cruz de Tenerife, se zafó como pudo de los periodistas con una respuesta obvia: si no hay sentencia, nadie está condenado. Contestaba así a una pregunta sobre el alcalde de Mogán, Paco González, al que él confirmó en el puesto a pesar de haber sido detenido y tener adjudicadas él solito la friolera de siete imputaciones penales. Quizás la pregunta debió referirse a él mismo o a su hermano, que desde luego no quedan como dos ursulinas descalzas en ese mismo sumario moganero. Pero es que Soria estuvo condenando a un empresario, militante socialista de base, durante nueve meses como cerebro de la operación Eolo, en la que las únicas autoridades imputadas y pendientes de juicio son precisamente del PP. Y no conforme con ello, y a pesar de que a esa persona se le retiraron todos los cargos, ideó unas conclusiones de la comisión de investigación absolutamente esquizofrénicas. Pero él es así, y nadie cambia a esas edades.