La sensación de estos días entre la ciudadanía de Gran Canaria era una mezcla extraña entre indignación, estupor, rabia y mucha pena. El sentimiento no llegaba a ser de esa envergadura en La Gomera y en Tenerife, donde también el fuego ha hecho su devastador acto de presencia, quizás porque las condiciones no han sido las mismas. En esas islas sus respectivos Cabildos han cuidado el monte y con él han tenido una especial sensibilidad. En Gran Canaria existe la sensación de abandono, de desprecio. El Cabildo, además de no invertir en su limpieza y conservación, ha tomado medidas políticas encaminadas a aburrir a los agricultores y a los ganaderos, a la desertización, al extrañamiento de la población. Una frase dejada en nuestro contestador por un lector resumía muchos sentimientos: “Las dos y media de la tarde, en la orilla de la playa de Mogán, cae ceniza sobre nuestras cabezas...”.