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El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora

La centrifugación vírica del PP: la explotación de los muertos

Bandera de España a media asta en la sede del PP.

Carlos Sosa

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“Si esto es obra de ETA, estamos perdidos”. La frase la pronunció el 11 de marzo de 2004 un destacado dirigente socialista que luego llegó a ministro del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Con el término “perdidos” se refería a las elecciones que tres días más tarde se iban a celebrar en España y, más concretamente, a los efectos que sobre el electorado podría tener una autoría de la banda terrorista vasca y la utilización de esa autoría por parte del Gobierno, entonces presidido por José María Aznar. Esa percepción también la tenía el Partido Popular, que desde el mismo momento en el que explotaron los artefactos que mataron a casi 200 personas en varios trenes en la Comunidad de Madrid, se empleó con esmero en transmitir que aquella masacre había sido obra de ETA, y eso a pesar de que, desde el primer momento, las investigaciones apuntaban a un atentado del extremismo islamista como reacción a la posición del Gobierno español en la guerra de Irak, promovida por el amigo americano en aquella famosa reunión en las Azores. Dieciséis años después de aquella tragedia, en el Partido Popular y en algunos de sus altavoces mediáticos se sigue alentando la teoría de la conspiración de los atentados del 11-M y se sigue utilizando a las víctimas del terrorismo etarra como palanca partidista, acusando al adversario político de filoterrorista y de escasa sensibilidad frente a tantos años de horror, como si los muertos estuvieran en un solo bando.

En el Partido Popular han vuelto a hacer los cálculos y la conclusión no puede ser más desalentadora: esta crisis va a ser dramática y sus consecuencias, devastadoras, por lo que de ella hay que sacar todo el rédito político y electoral que se pueda.

Por eso desde que se disparó el contagio del COVID-19 en España, Pablo Casado y sus acólitos no se han detenido ni un solo momento a pensar en la posibilidad de que una posición patriótica y responsable pudiera beneficiarles indirectamente, incluso en el caso de que la crisis se salde con unos resultados que pudieran evidenciar que la gestión gubernamental ha sido catastrófica. Porque respetar la decisiones del Gobierno como oposición responsable y no obstructiva no tiene por qué significar necesariamente complicidad, y mucho menos corresponsabilidad con los resultados que finalmente se obtengan.

El PP ha preferido alinearse nuevamente con su tesis preferida: “Ha sido ETA”, “las muertes son responsabilidad de Sánchez”, de modo y manera que quede asentado que el presidente del Gobierno, el PSOE y sus socios serán responsables únicos de las personas que mueran por esta pandemia y de las secuelas económicas que de ella se deriven, bien por acción o por omisión, ora por no haber prohibido las manifestaciones feministas del 8 de marzo (una fijación constante), ora por no tener millones de mascarillas, guantes y trajes de protección individual para los sanitarios de todos los hospitales españoles, incluidos los gestionados por las comunidades autónomas donde gobierna el PP, particularmente la de Madrid, la de mayor incidencia y la que ha venido hasta ahora enarbolando la bandera de las privatizaciones sanitarias en dirección a los fondos buitre.

En la centrifugación de los muertos para beneficio propio, el PP y sus acólitos no han tenido el menor recato en desprestigiar los asesoramientos científicos en los que se ha venido fundado el Gobierno para sus decisiones, incluidos los de aquellos como el doctor Simón que ya estaban trabajando para el Gobierno del Estado desde la etapa de Aznar, que los nombró, luego renovados en sus puestos por Rajoy. Ni los anuncios -ahora sabemos que excesivamente optimistas- provenientes de la OMS, cuyo subdirector general dio por aislada la epidemia en China a finales de febrero; como tampoco las primeras actuaciones de aislamiento, que se saldaron con notable éxito en La Gomera y en Tenerife. Ahora que la pandemia alcanza cotas alarmantes afloran todos los seleccionadores nacionales de fútbol que llevamos dentro, todos los expertos en este virus hasta ahora desconocido y todos los machistas que culpan a una manifestación por los derechos de las mujeres que la epidemia se cebara en España. El PP, a por los muertos, por eso ondea en su sede de la calle Génova la bandera española a media asta y con crespón negro.

Es previsible que el coranovirus se lleve por delante muchas cosas, seguramente al Gobierno, a la economía, al empleo y al precario bienestar de muchas personas. Pero deberían cuidarse también un poco los agoreros del PP porque pudiera ser que las fórmulas que hasta ahora parecían mágicas pasen a resultar venenosas.

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