No vamos a entrar a analizar las consideraciones sobre la economía que desarrolla el vicepresidente del Gobierno a lo largo de la entrevista de Vicente Guerra. Son opiniones ya conocidas y respetables, aunque algunas de ellas puedan ser rebatibles no sólo desde el punto de vista puramente económico sino también desde el ideológico y social. Pero esos son otros lópeces. Tampoco vamos a entrarle a lo que resulta verdaderamente abominable por ser él quien lo pronuncia: que es partidario de reducir el Gobierno de Canarias a tan sólo seis consejerías, transfiriendo a los cabildos competencias perfectamente dotadas para su desarrollo y reservándose el Ejecutivo muy pocas tareas de gran calado. Dicho eso en boca de quien se ha dedicado estos tres últimos años a hundir a las Corporaciones locales suena a pitorreo, pero él cree que le queda precioso y tampoco le vamos a quitar la ilusión. Pero lo que es verdaderamente una tomadura de pelo es que pretenda hacernos creer que está dispuesto a desterrar el uso del coche oficial en el Gobierno de vicepresidente para abajo. Es decir, empezando por él mismo.