Un ir y venir de rumores, un claqueteo casi imperceptible de crujir de dientes y algunos intentos desesperados por matar al mensajero se han instalado de repente en el corredor del sureste de Gran Canaria, justo por donde pronto dicen que pasará un tren a 300 kilómetros por hora. ¿O los 300 eran otra cosa? Ya nos aclararemos, que ésa es otra historia. Las noticias sobre un giro espectacular a experimentar por determinados casos de corrupción, actualmente cocinados a fuego lento, como el caso Calero, desataron esta semana el nerviosismo y una inmensa rumorología que animó a algunos compañeritos otrora asamblearios a correr raudos y veloces a El Sebadal. No precisamente a descatalogarse, sino a rendir pleitesía al oráculo que ahora les apoya en operaciones como las de La Caja y contarles en el comedor privado algunas cosas de Faycán y de los Faycanes para tratar de distraer la atención y disparar hacia la conjura universal de los socialistas. Quizás lo vayan captando.